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La derrota de Jeremy Corbyn ha sido estrepitosa. Así que deja las manos enteramente libres a Boris Johnson sobre el futuro del país, y especialmente sobre su relación futura con Europa.
El laborismo ha cosechado uno de sus peores resultados históricos. El factor Corbyn es la principal causa del hundimiento laborista. Con algunas consecuencias ilustrativas para el resto de partidos socialdemócratas europeos (y americanos) en su intento de recuperar sus menguantes bases tradicionales.
En la radiografía sobre qué Brexit se ha impuesto (un factor esencial de la campaña y los resultados), ha ganado su versión dura, la pactada por Boris Johnson el 17 de octubre con los otros 27 Estados miembros (exclusión del mercado interior).
Así que el 31 de enero se debe producir la retirada formal británica de la Unión Europea. Pero otra cosa es que, contra lo que Johnson ha prometido, la escapada efectiva pueda registrarse en el año de plazo que queda, según lo pactado, para acordar la relación futura entre la isla y el continente. Doce meses nunca han bastado para negociar un gran acuerdo comercial.
El éxito personal del líder conservador puede derivar hacia un fracaso histórico del reino, por las tensiones secesionistas que suscitarán sus consecuencias, en Escocia y el Norte de Irlanda.