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Hay una confrontación por poder territorial de los combos, pero más allá de eso es ver cómo se permitió que esas organizaciones llegaran a ser lo que hoy son, que ostentan casi que la captura de todo el territorio, y eso es resultado de la connivencia que ha existido entre la clase política y los grupos al margen de la ley.
Digo connivencia porque se descubre la falta de voluntad política. Hoy no hay fuerza pública suficiente: tenemos 237 policías para una ciudad de 800 mil habitantes, en la que tendría que haber casi un policía por cada mil personas. Debería tener 800 efectivos. Visto desde la parte coercitiva, no hay un sistema de seguridad acorde con lo que está pasando en el municipio y en el Valle de Aburrá. Tiene que haber una seguridad y una fuerza pública metropolitanas, con condiciones distintas a las actuales.
Hay que hablar también de la seguridad ciudadana, pero lo que se ve durante los últimos 23 años de poder de un grupo político es que no hay inversión social, cobertura en los barrios para rescatar a los jóvenes del conflicto en que están. La mayoría de esos muchachos no es porque quieran, es porque les tocó. No hay una ciudad que los atienda, con universidad pública y casas de la cultura. No hay oportunidades y eso parte de lo que ha permitido que pulule a lo ancho y largo el bandidaje. Eso es lo único que ven los jóvenes en las esquinas.