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En Colombia el panorama del hambre no es más alentador que el del mundo, pues aún son insuficientes las acciones de los sectores público y privado y de la sociedad para que ningún colombiano muera o limite su desarrollo físico y cognitivo por la falta de alimentos.
En nuestro país, 42.7 % de los hogares padecen inseguridad alimentaria, lo que en palabras simples significa que no tienen con qué alimentar a todos sus miembros o solo cuentan con una cantidad limitada de comida para todos ellos, y 1 de cada 8 niños tiene desnutrición crónica (en Guainía, 1 de cada 3), condición que tiene consecuencias irreversibles para su vida y para el país.
Lo más grave es que ni siquiera conocemos el panorama real, porque estas cifras están desactualizadas. Los resultados de la Encuesta Nacional de la Situación Nutricional previstos para 2015 no han salido y probablemente nos toque esperar hasta 2017 para conocerlos. Y es un hecho que para definir y tomar acciones contundentes que acaben con el hambre en todos nuestros territorios es clave saber cómo estamos.
Puede que hayamos mejorado, como puede que no, por eso es necesario hacer seguimiento y tener diagnósticos fieles a la realidad que nos permitan planear los caminos que hay que seguir en la tarea de erradicar el hambre en todo el mundo.