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Lo primero es que el español ha empezado a producir conocimiento y precisamente desde América Latina. Aparecen la filosofía y las teorías sociales y eso le da mucho vuelo al idioma.
Es la lengua, debido a la diversidad de países, que más tiene que contar. Desde lo que pasa en México hasta lo que pasa en Argentina o España. Eso crea un mundo y unos imaginarios inmensos, de gran riqueza, para decirle al planeta que aquí estamos.
Lo otro es que el español es la lengua que más está estudiando y aprendiendo la gente, porque, quiérase o no, los países de Latinoamérica son de los más atractivos para vivir el mañana.
Uno de los elementos que ha menguado su difusión, un terreno en el que se está muriendo, es el de las editoriales, el de las más grandes, que están desapareciendo. También se reducen los suplementos literarios, que son espacios privilegiados para escribirlo y hablarlo correctamente. El español allí no mejora.
Es una lengua que produce muchas cosas, que tiene un amplio espacio narrativo, pero que en ese encogimiento editorial puede perder memoria.
En el caso de internet hay avances, en especial porque la cultura latinoamericana es de furor en las redes, en las cuales se crea casi que un idioma nuevo. Aparece allí el “bilingüismo real”, una lengua formal y una informal que se legitiman precisamente a través de las redes sociales.