Pico y Placa Medellín
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Hemos construido desde la educación y la sociabilidad tempranas unos umbrales altos de tolerancia, aprobación o no rechazo de comportamientos que desdicen frente a la convivencia. La corrupción no es solo un asunto de malos manejos de los bienes públicos sino que es no tener unos mínimos sociales que permitan sancionar esas conductas.
La corrupción entre los ciudadanos se da porque se ha producido una “impermeabilización” en actos frente a los cuales no adoptamos sanciones desde el inicio de la formación de los individuos.
El Código de Policía debería resultar casi innecesario si hubiese ciudadanos formados tempranamente en las responsabilidades y deberes frente a los demás. Es la relación planteada por Antanas Mockus entre derecho, moral y cultura. La corrupción tiene relación directa con el imaginario que desarrollamos, socialmente, frente a lo justo y la justicia, el desarrollo y el bienestar, los derechos y los otros. Frente a los mínimos del deber ser que no tienen que esperar ningún código para que los respetemos y cumplamos.
En ese contexto hacen carrera, incluso, expresiones populares como “papaya puesta, papaya partida”, y otras que aluden a la permisividad social. La corrupción no acepta gradualidades y debe combatirse con una actitud de ética y moral pública innegociable.