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Colombia no es ajena a la crisis del calentamiento global, con el agravante de que no ha sabido planificar el manejo del agua. La riqueza hídrica del país debería ser factor de desarrollo sostenible, pero se nos vuelve un problema. En invierno aparecen las inundaciones y en verano el desabastecimiento. Estas situaciones están ligadas a los procesos de erosión, que a su vez están encadenados a la deforestación. Toda la capa vegetal arbórea detiene las nubes cargadas de agua y cuando llegan las precipitaciones los bosques se convierten en filtro liberador, de manera controlada.
Si no hay bosques, por efectos del viento y otros fenómenos, se dispara la erosión y las cargas de sedimentos terminan obstaculizando los caudales de ríos y quebradas, creando inundaciones.
El agua cumple un ciclo, solo que las nubes cargadas terminan desplazándose a otras regiones por la deforestación o falta de vegetación en las zonas que irrigaba.
No sé cuándo vamos a tomar conciencia frente a esta situación. Hay que saber manejar el agua, proteger sus afloramientos, bosques y frenar las quemas. La escasez de agua en los pueblos de Urabá está directamente relacionada con la extensión de la frontera agrícola en Abibe, su principal fuente de abastecimiento.