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Los líderes de las principales potencias mundiales se han comprometido a donar de aquí hasta finales de 2022 mil millones de dosis de vacunas para los países en desarrollo. Admiten que la cifra de dosis comprometidas se queda corta, si se atiende a los cálculos de la Organización Mundial de la Salud, que estima necesarios 11.000 millones de dosis para inmunizar al 60 % de la población global, pero se comprometen a ir aumentando más adelante las cantidades. De la reunión ha quedado fuera el debate sobre la liberalización de las patentes de las vacunas, como impulsó en un principio la Administración estadounidense.
En conjunto, la cumbre del G-7 de Cornualles ha concluido con un puñado de importantes promesas, entre otras las de las vacunas. Pero sobre todo, los líderes de las naciones más avanzadas han querido transmitir al mundo la idea de que las democracias liberales están dispuestas a liderar la salida de la crisis del coronavirus, sin cometer los errores que cometieron en la anterior crisis del 2008; un acto de contrición: “No ocurrió así durante las pasadas crisis globales, y estamos decididos a que esta vez sea diferen te”, han anunciado los líderes del G-7. Un mea culpa inédito entre los líderes mundiales