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En días recientes hicimos una reflexión en la Universidad sobre cómo se ha tergiversado en las redes sociales el sentido de la ética pública, cómo se han confundido los criterios y cómo algunos medios, buscando hacer negocio, le han dado a lo que antes se penalizaba como apología del delito y del delincuente, todo el campo de explotación comercial, convirtiéndolos -al criminal y a la delincuencia- en una mercancía. Esa es la manifestación de una perversión moral y ética en la sociedad terrible.
Cuando una sociedad eleva a un criminal a la categoría de celebridad es porque no tiene estructura moral ni tampoco capacidad de reflexión racional. Tratar la criminalidad y sus protagonistas como mercancía, exaltarlos como referentes, aparte de un desprecio por las víctimas, desconoce el daño moral que se les hace a las nuevas generaciones, que muchas veces por su edad y sus condiciones de madurez, no tienen el contexto histórico para conocer la realidad de los hechos ni del enorme daño causado por esos personajes elevados a ídolos mediáticos. Eso los induce a graves errores de apreciación moral, lo cual es muy delicado para una sociedad. Aquí, como en tantas otras cosas, hay que volver la mirada a la educación y a la formación integral, ética y axiológica de los jóvenes.