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Todo lo que ocurrió allí fue horrendo. Por el vacío de poder en el Gobierno Nacional, por el actuar exorbitante de la fuerza pública. Por eso desde el primer momento hubo un afán de deformar las evidencias, de ocultar hechos. ¿Cómo es que sabiendo, como lo sabían, que iba a haber una toma del Palacio, las autoridades retiraron la vigilancia, que además había sido reforzada por las amenazas del narcotráfico? Porque es clara la conexión entre el narcotráfico y la acción del M-19.
Yo tengo consideración por el presidente Betancur. Ha procedido con gallardía frente a lo acaecido. Me parece excelente que pida perdón, pero desafortunado que diga que fueron errores, porque condicionó un gesto magnánimo que pudo tener. El Ejército actuó a su antojo y el presidente lo sabe. Tenía que saber que allí, contra sus órdenes, no se estaba respetando la vida de nadie.
El país merece la verdad, las nuevas generaciones tienen que saber qué pasó. Y las Fuerzas Armadas, con todos los motivos que hay para tenerles gratitud y respeto, deben ganarse la confianza procurando que se sepa la verdad como garantía de no repetición. A sus muchos méritos, que sin duda los tienen, deben añadir el de la verdad, superar el silencio y la ocultación. Tiene que saberse dónde están los desaparecidos, qué pasó con los rehenes.