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La situación de Argentina es preocupante. Su moneda y activos financieros han sufrido y sufrirán si se consolida el regreso del kirchnerismo al poder y no media un mensaje de compromiso con el cumplimiento irrestricto de sus obligaciones financieras soberanas. El impacto en Colombia, sin embargo, debería ser moderado. Las desvalorizaciones de activos argentinos podrán obligar a algunos inversionistas extranjeros a reducir el perfil de riesgo de sus portafolios, y por esta vía, a liquidar inversiones en nuestro país. Esto depreciaría un poco más el peso colombiano. Pero no debería haber contagio ni catástrofe. Hay que apelar a la serenidad y poner las cosas en perspectiva. Colombia no tiene elecciones a la vista. El actual gobierno sigue políticas más o menos ortodoxas, sin grandes cambios con respecto a su historia reciente. Y lo más importante: nuestra política económica se apoya en dos arreglos institucionales que dificultan el avance del populismo económico, a saber, un banco central independiente que persigue como objetivo último la estabilidad de precios, y un Ministerio de Hacienda que busca garantizar la estabilidad de la deuda pública a través del cumplimiento de una regla fiscal monitoreada por un comité de miembros externos al gobierno.