Pico y Placa Medellín
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Estas 37.000 jornadas de presencia orientadora de EL COLOMBIANO en la vida de los lectores entrañan una historia de lealtad del periódico a su gente. Para alcanzar semejante meta de llegada y de partida no hay secreto, ni fórmula mágica: EL COLOMBIANO se parece a nosotros los que lo leemos, a los que no puede faltarnos. En tantos amaneceres este diario da testimonio, desde su portada hasta la última página, de conocer nuestra idiosincrasia, nuestro modo de pensar, de sentir y de ser y comportarnos. Responde a nuestras preguntas y aclara nuestras perplejidades. Si admite que no siempre tiene respuesta, persiste en su búsqueda.
Cuando discordamos a veces de sus posiciones editoriales o de sus opciones informativas, respetamos su honradez intelectual, su integridad ética, su independencia a toda prueba, por qué no su testarudez razonable contra todas las corrientes adversas, sin miedo a los riesgos, al defender verdaderos valores y fines regionales y universales de civilización y cultura e irradiar la fuerza prodigiosa del diálogo entre generaciones.
El recordado maestro Fernando Gómez Martínez definía EL COLOMBIANO como una causa, una misión, más que una empresa. Es una institución esencial de Medellín, Antioquia y el país. No puede faltarnos, ni fallarnos.