“Está estrictamente prohibido para los sitios web no especificar o falsificar las fuentes utilizadas para crear noticias o usar la conjetura y la imaginación para distorsionar hechos”. Con este mensaje, el pasado 21 de junio, la Oficina Central para los Asuntos del Ciberespacio de China anunció su campaña para “purifcar” comentarios en internet que pongan en peligro la estabilidad social.
Y es que la Gran Muralla de Fuego o Gran Cortafuegos está hoy entre los elementos que hablan de lo que es China. Este es un sistema, resultado del Proyecto Escudo Dorado, establecido desde 2003 por el Ministerio de Seguridad Pública de la República Popular de China para vigilar y regular el acceso a internet de sus habitantes, mediante filtros humanos y computarizados.
El efecto, con los años, ha sido una lista de palabras bloqueadas de su portal de búsqueda más popular, Baidú, como porno, libertad, dictadura, musulmán; y el bloqueo de redes sociales como Facebook, Twitter, Instagram, y de servicios de Google, a raíz, según indica Catherine Márquez, coordinadora del Instituto Confusio, la necesidad de proteger al Estado de ataques terroristas, ya que, a propósito de los Juegos Olímpicos de Beijín, detectaron que estas redes eran utilizadas como canales de comunicación para planear atentados.
Según dijo al diario The New York Times (bloqueado en China), el profesor Qiao Mu, de la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing, a pesar de que la declaración de la Oficina está dirigida a sitios web de noticias, su objetivo final es tratar de silenciar a la gente común que publica noticias en plataformas populares en China, como Weibo (símil de Facebook) o WeChat (símil de WhatsApp), intimidando e impulsando la autocensura de los usuarios comunes.
Más allá de eso, Márquez afirma que no cabe duda de que los bloqueos tienen el objetivo de proteger la industria nacional de la segunda economía más grande del mundo -por algo Mark Zuckerberg ha intentado ingresar al país asiático-.