viernes
7 y 9
7 y 9
El caso de Lina Arango, la comunicadora social que fue tendencia en Twitter esta semana por subir un video en el que reaccionó a la medida de aseguramiento de Álvaro Uribe, deja varias enseñanzas sobre cómo el mundo digital tiene cada vez más implicaciones en la vida íntima de los usuarios de estas redes.
Si no está al tanto aquí va un resumen: Lina subió un video a Twitter el 4 de agosto en el que se expresa con groserías y efusividad por la decisión de la Corte en contra del expresidente Uribe. “Yo no pensé que eso se fuera a salir de mi círculo social y actué con toda la visceralidad, apelando a mis pasiones más básicas. El video se hizo viral y afectó e hirió la susceptibilidad de muchas personas que no piensan como yo”, cuenta ella.
Efectivamente, una hora después de estar en Internet, el contenido se salió de sus conocidos y eso la llevó a reflexionar sobre su comportamiento e inmediatamente escribió un hilo de autocrítica, en el que reconoció que debió pensar antes de subir el video.
El tema no se quedó ahí. Otros usuarios publicaron que su voz es la misma de una de las contestadoras de atención al cliente de Bancolombia. Lo cual es cierto. Ahí le empezaron a llegar otros comentarios que sugieren que ella accede a los datos de los clientes de este banco y por eso la empresa se tuvo que pronunciar en un trino desde su cuenta oficial: “Las opiniones personales de nuestros proveedores externos, como en este caso, no representan a nuestra organización. Como ha sido siempre nuestro actuar, invitamos al uso responsable de las redes sociales en el marco del respeto y la conversación constructiva”.
Hablamos con Lina y nos confirmó que ella no es empleada de Bancolombia ni de ninguna empresa colombiana; de hecho, vive en el exterior. Su trabajo como “voice over comercial” lo tiene hace 17 años y funciona así: “Yo trabajo por prestación de servicios, envío mi voz como un casting, el cliente decide y hacemos el trabajo. Ni siquiera ven mi cara”, explica.
Además de esa claridad, ella relató que ha recibido amenazas muy graves por redes sociales y propuestas de otros para tomar medidas legales, por injuria y calumnia, en contra de quienes la acusan. “Alguien contactó a mi actual empleador y le dijo que si no me despedía iba a poner una bomba en el lugar donde trabajo actualmente. Otros me han dicho que me ayudan a poner una acción legal para defenderme. La verdad es que yo no soy la imagen de Bancolombia, ni soy empleada directa de ellos. Yo solo grabo mensajes para que la gente sepa cómo direccionarse”.
No es la primera vez que un usuario común de redes sociales es tendencia y eso termina afectando su vida personal. También le pasó, por ejemplo, al exempleado de Avianca, que fue despedido por subir un video con actos no permitidos en el Mundial de 2018; o la historia de un hombre que fue acusado en redes, falsamente, de supremacista en Estados Unidos y perdió su empleo. La última historia la contó la BBC el pasado 23 de julio.
“Estamos en una época de mucha sensibilidad en la que se debe cuidar lo que decimos, porque independientemente del partido político que uno haga parte o religión que uno tenga, se deben respetar los gustos de los demás”, indica David Orrego, especialista en marketing digital y redes sociales.
Según Orrego, los reclutadores de personal de las empresas también toman en cuenta la reputación digital para sus decisiones. “Hay gente que aún piensa que la vida digital no es real y que nos la podemos pasar insultando y delinquiendo como si no sucediera nada. Los departamentos de Gestión Humana se fijan mucho en los canales sociales de las personas que van a contratar, como también de las que van a despedir”.
En la vida digital, como en las relaciones interpersonales presenciales, el respeto y el buen trato son claves. Algunos le llaman netiqueta a esas indicaciones que se pueden seguir para que al expresar sus opiniones personales no le juegue en contra.
Algunas reglas de la netiqueta son: no olvidar que al otro lado de la pantalla hay una persona, en la red hay que comportarse como en la vida real, preguntarse en qué lugar del ciberespacio está y cómo funciona, respetar el tiempo y el ancho de banda de los demás, escribir claro y correcto, ayudar a que las controversias se mantengan bajo control, respetar la privacidad de otros, no abusar de las ventajas o posiciones de poder y excusar a otros por sus errores.
Sin embargo, no se puede olvidar que la esencia de las redes sociales está en la diversidad de discursos que habitan en estos ecosistemas (Facebook, Twitter, Instagram y otras redes) y la libertad con la que los usuarios pueden expresar sus opiniones.
Para Daniel Urrea, investigador en comunicación digital de la Universidad de Antioquia, “la discusión sobre el caso de Lina se ha enrarecido porque ella como ciudadana está en toda la libertad de expresar su opinión y quien esté en desacuerdo en manifestarse”. Claro, siempre y cuando el límite sea el respeto del otro. Twitter tiene unas reglas de juego muy claras sobre las cuales decide si debe bloquear o no la cuenta de un usuario por salirse de esos límites. (Ver Glosario).
El debate sería otro si se tratara de un funcionario público o figura pública de una causa específica. Por ejemplo, el pasado 27 de julio el Tribunal Superior de Distrito Judicial de Cali ordenó al presidente Iván Duque retirar un trino en el que homenajeaba a la Virgen de Chiquinquirá como “patrona de Colombia”. Fue por un fallo de tutela a favor de un ciudadano que consideró que su derecho a la separación entre religión y Estado se vio vulnerado con el mensaje.
Mientras llega la regulación a estos asuntos, la reflexión es clara: piense dos veces antes de subir un contenido a sus redes y recuerde que eso tendrá una huella, sin importar su número de seguidores. Usted nunca puede medir el impacto de lo que dice, puede que el comentario que menos imagina llegue muy lejos y se viralice.