Como si fuera un mantra repetí ‘Ok Google’. “Son las palabras que Jonathan más ha dicho hoy”, dijo un amigo después de que saliéramos de cine cuando me preguntaron por la nueva adquisición que con orgullo lucía en mi muñeca izquierda: un reloj inteligente.
La primera pregunta que surgió aquel día después de que se rieran de mí por repetir todo el tiempo esa frase fue ¿para qué había que decir algo tan particular? Entonces me despaché a contarles que era la forma de ordenarle al reloj que hiciera algo como enviar un mensaje de texto, un correo electrónico o de llamar alguien. “Ok Google, buscar recetas para hacer un Gin Tonic”, le dije al reloj para tratar de sorprenderlos con mi dispositivo. La búsqueda no fue exitosa, el reloj comprendió Coocle y lo único que me mostraba en pantalla era la frase: no entiendo. La verdad yo también me tardé unos días en entenderlo a él.
Son casi 15 días los que llevo usando el wearable— como llaman en inglés a los dispositivos vestibles—. La euforia por estos aparatos ha crecido, sobre todo por el ruido que ha generado el lanzamiento que hará este mes la marca Apple, que espera vender millones de relojes inteligentes.
El reloj y yo
Todo empezó así. El Moto 360, el smartwatch de Motorola, tuvo que estar guardado en su caja por varios días. La causa: solo funciona con sistema operativo Android y mi teléfono trabaja con el de su principal competencia, o sea con iOS, por lo tanto no era compatible con el reloj. No obstante, mis ansias de usarlo me llevaron a ponérmelo por dos días así no me sirviera ni para darme la hora. Lo único que aparecía en la pantalla era una sugerencia que pedía instalar Android Wear en el teléfono y así poder disfrutarlo, pero no, Apple no tiene ni tendrá Android Wear, o alguna app que permita usar este reloj, hasta ahora.
Finalmente conseguí un teléfono que sí era compatible con el reloj, era necesario uno que tuviera una actualización de Android superior a la 4.3. Lo peor de cambiar de sistema operativo fue migrar los datos de mi antiguo móvil al nuevo. Tuve que pedirle ayuda a un amigo que me recomendó descargar un par de aplicaciones que ayudarían en tal tarea que, logré realizar, después de pagar 8 dólares para que las apps permitieran trasladar mis contactos, que era lo que más necesitaba.
Instalé en el teléfono Android Wear y además una app llamada Motorola Connect, necesaria para el funcionamiento del reloj. Ese día trasnoché intentando entender cómo se sincronizaban ambos dispositivos. Pensé que iba a ser algo muy sencillo, pero realmente me pareció complicado y poco intuitivo, no entendía cómo trabajaba y me dormí tomándome el pulso, que era la única función del reloj que lograba comprender.
Deje el móvil en el bolsillo
Al día siguiente todo el funcionamiento fue haciéndose más claro. Las notificaciones de mis redes sociales (Facebook, Instagram y Twitter) empezaron a llegarme automáticamente al reloj. También las de WhatsApp, con la opción de poder responder hablándole al dispositivo (algo con lo que no logro sentirme totalmente cómodo) para que él lo transmita como un texto sin puntos, ni comas, y con unas cuántas palabras erradas (tal vez tenga problemas de dicción).
En los recorridos en bus me ha sido bastante útil ya que evita sacar el teléfono del maletín o del bolsillo para ver quién te habla o quién te llama, aunque algunos te miren como si te hubieras vuelto loco por hablarle al reloj, supongo que nunca vieron Dick Tracy.
También lo he encontrado provechoso al momento de conducir para recibir notificaciones y llamadas, y en el gimnasio para monitorear el ritmo cardíaco o los pasos que doy.
Sin embargo, como cualquier teléfono promedio, o como sus homólogos, el Moto 360 tiene que cargarse cada 24 horas, por lo tanto ya guardo un cargador más en mi maleta y sufro la preocupación del siglo XXI: ¡quedarme sin batería!
El reloj es sencillo, pantalla circular, negro y con correa de cuero. Digamos que aparenta no ser inteligente.
Las compañías tendrán que seguir trabajando en adaptar bien sus aplicaciones para que funcionen de manera útil en el reloj y no sean simplemente un aviso que te obligue a mirar igualmente el teléfono, una notificación que te indique seguir viendo el capítulo de House of Cards o que alguien comentó tu última foto de Facebook pero sin poder leer el comentario. Horror.
El problema del reloj es que como buen compañero del teléfono no pueden separarse. A mí me basta con alejarme unos metros del móvil para que se desliguen, sin embargo, cuando vuelvo, se unen como si nada hubiera pasado. Ok Google, enviar mensaje.
720
mil relojes inteligentes se vendieron en el 2014. Este año la cifra aumentará.