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Parásitos: cuando vivir del otro es adecuado

El mundo de los parásitos ofrece historias interesantes sobre la relación entre unos animales y otros.

  • FOTO Cortesía
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  • Parásitos: cuando vivir del otro es adecuado
  • Parásitos: cuando vivir del otro es adecuado
30 de mayo de 2016
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La población rural de Minnesota, al norte de Estados Unidos, estaba estupefacta. No era para menos: en los humedales locales no paraban de aparecer ranas de una, una y media, tres o cuatro patas.

Frente a la aparente epidemia, las autoridades estatales crearon una línea telefónica para que las personas llamaran y reportaran avistamientos del fenómeno. El número recibió cientos de llamadas de 54 de los 87 condados que componen el estado.

Era octubre de 1996. A pesar de que malformaciones en las extremidades de animales ha habido siempre, los científicos no encontraban explicación para el considerable número de casos. Comprensiblemente, el tema preocupaba a las autoridades. Una noticia del New York Times de la época cita a David Hoppe, un investigador contratado por el estado, diciendo: “es razonable asumir que si existe una sustancia externa que influencia el desarrollo de los anfibios, podría afectar el humano”.

Los años pasaron y los investigadores comenzaron a considerar que las ranas podían estar desarrollando estas modificaciones de manera natural, tal vez mediante la acción de otro animal: un parásito.

En una entrada de su blog en National Geographic, el periodista Carl Zimmer narra el resto de la historia: con el tiempo se descubrió que el fenómeno estaba relacionado con un gusano llamado Ribeiroia ondatrae, y que no había relación con algún tipo de contaminante que pudiera afectar a los humanos.

Sin embargo, el hecho no terminó ahí. Estudios posteriores sobre el tema hallaron que el incremento de ranas infectadas podía estar relacionado con factores humanos: el aumento de los pesticidas y la pérdida de biodiversidad, por mencionar dos. En ese sentido, aunque el gusano que produce la infección no afecte a los humanos, nuestras acciones sí tienen incidencia sobre él.

El estudio de este caso y el de otras relaciones (parasitarias o no) entre los animales significa tanto una forma de comprender nuestro impacto en el ecosistema como el mundo animal.

A modo de ejemplo está la neurocisticercosis, una enfermedad parasitaria que afecta a los humanos y puede producirles epilepsia crónica.

Es producida por la larva de la tenia o solitaria, que tiene como huésped definitivo a los humanos, y como intermediario a los cerdos.

Aunque a ellos no les crecen patas adicionales.

La cucaracha zombi
Más que una necesidad insaciable de carne humana, las especies de cucarachas picadas por la familia de avispas Ampulicidae se vuelven zombis porque pierden su voluntad y control de sí mismas. Para reproducirse, este tipo de avispa pica a una cucaracha una primera vez para paralizar sus patas frontales, y luego aprovecha su quietud para propinar una segunda y certera picadura en un punto específico de su cabeza, donde una serie de neurotoxinas inhiben su respuesta inicial frente a una amenaza: la necesidad de escapar. Una vez está atontada, la avispa corta media antena a la cucaracha y usa la restante como “correa” (en la foto lo hace una Ampulex compressa) para guiarla a una madriguera preparada con anterioridad. En otras condiciones, la avispa no podría arrastrar su cuerpo. Ahí, el insecto deja un huevo dentro del abdomen de la cucaracha y sella la entrada del agujero. El huevo demora tres días en eclosionar hasta que la larva sale de éste y comienza a alimentarse de su hospedero. De adentro hacia afuera la avispa en formación comienza a devorar a la cucaracha y secreta una mezcla de antibióticos para impedir que esta muera por una infección. Una vez está preparada, la larva crea un capullo dentro del cuerpo de su huésped, que muere en este punto. La ahora avispa sale del capullo y del cuerpo de la cucaracha, escapa de la madriguera y está lista para comenzar su vida. ¿Por qué estudiar los complejos mecanismos de este insecto? Además de la peculiar forma de encontrar un portador para su larva, que da hasta para una película de ciencia ficción, los diferentes miembros de esta familia de avispas logran manipular el cerebro de las cucarachas de formas diferentes: la mayoría realiza las dos picaduras, pero aún está por investigarse la diferencia entre los químicos que inyectan. Sumado a esto, los antibióticos usados para evitar que su huésped sufra una infección son efectivos contra bacterias como la serratia, que también se encuentra en los hospitales y pueden infectar a los humanos.

Parásitos: cuando vivir del otro es adecuado

Ranas de cuatro patas
Las distintas etapas del ciclo de vida del gusano plano Ribeiroia ondatrae son igual de llamativas. Primero, el gusano parasita a un caracol y comienza a alimentarse de su tejido reproductivo. Esto deja al caracol estéril. El parásito se desarrolla durante seis semanas, cuando la segunda etapa del gusano sale del caracol y nada mientras busca su próximo hospedador, el organismo que lo alojará. Así es como llega a los renacuajos de diversas especies de ranas (algunas son más susceptibles a sus efectos) y se aloja en sus patas, que todavía están en formación. Dentro de ellas el gusano altera el crecimiento normal de las extremidades, dejando a unas ranas con tres, cuatro y hasta más patas, y a otras con apenas un muñón. Aunque la forma mediante la cual el ribeiroia logra esto es todavía desconocida, algunos estudios apuntan a que el gusano afecta los niveles de ácido retinoico, relacionado con el crecimiento y desarrollo de ciertos seres vivos. Una vez está en la extremidad en crecimiento, los niveles de este compuesto de la vitamina A disminuyen en el resto de la rana, y se disparan hasta un 70% en el miembro en crecimiento. Esto indica, para algunos científicos, que el gusano inyecta a la rana con el ácido.

¿Para qué las patas adicionales? Los anfibios con estas modificaciones tienen más dificultades para atrapar su presa, nadan más lento y saltan distancias menores. En otras palabras, son más vulnerables a los depredadores. Así, aves como la garza atrapan con más facilidad a la rana. El destino final del ribeiroia es el tracto gastrointestinal de estos pájaros, al que se adhieren y donde se convierten en adultos. Una vez ahí se ponen sus huevos, que terminan en las heces del ave, y el ciclo comienza de nuevo. Cabe resaltar que, aunque podría parecerlo, las patas adicionales o mutiladas de las ranas no son una mutación, pues el efecto del parásito no modifica sus genes. Asimismo, el ribeiroia no es el único culpable de este fenómeno.

Parásitos: cuando vivir del otro es adecuado

Lengua prostética
Para ciertas personas, la mera apariencia de los isópodos, un orden de los crustáceos, es motivo de repugnancia. Algunos parecen un chinche gigante, acorazado y con múltiples patas, y ciertas especies pueden crecer hasta casi un metro de largo. La Cymothoa exigua no es una excepción al caso. Estos isópodos parasitarios entran a un pez a través de sus branquias y, mientras que los machos se quedan en las agallas, las hembras continúan su camino hasta llegar a su lengua. Ahí, este “piojo acuático” se ubica en la base de la lengua y cercena los vasos sanguíneos que la comunican con el resto del pez. Entonces, succiona sangre hasta que alrededor del 90% del órgano se seca y muere. Una vez se cae la lengua el crustáceo se adhiere al muñón restante con sus patas, que funcionan como ganchos, y comienza a servir como una prótesis. El pez continúa su vida y puede alimentarse con normalidad y el parásito se nutre de la sangre que todavía llega a la base del músculo y de la mucosa de la boca. También, se estima que los machos sujetos a las agallas se desplazan a la lengua para reproducirse con la hembra y luego retornan a su punto de partida.

Un artículo de la edición de agosto de 1983 de la revista científica Copeia, que denotaba el hecho, aseveraba que era el primer caso conocido donde un parásito remplazara por completo una estructura del cuerpo de su hospedero. El pez puede continuar su vida con regularidad y, al morir, la Cymothoa exigua se desprende de su lengua y sale de su cuerpo. Otro asunto llamativo de este animal es que es un hermafrodita protándrico. Esto quiere decir que es un organismo que tiene órganos reproductivos de ambos sexos, y que se desarrolla inicialmente como macho, y después es posible que se convierta en hembra. Según un video de la serie de divulgación científica, Nova, este proceso de cambio de sexo comienza una vez el isópodo ingresa por primera vez al pez a través de las agallas. No hay evidencia de que la cymothoa represente un peligro para los humanos.

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