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Más allá del vecindario cósmico de la Tierra hay alrededor de 4.000 planetas que ya se han detectado.
A través de diferentes métodos astronómicos (ver para saber más) se sabe que alrededor de otras estrellas hay al menos un planeta. Este es un promedio del que han hablado astrónomos como el catalán Guillem Anglada-Escude, quien visitó Medellín en el 2015 y descubrió a Próxima B, uno de los planetas extrasolares más cercanos a la Tierra y que podría alojar vida porque se encuentra ubicado en lo que los científicos han denominado la zona de habitabilidad que le permitiría alojar agua líquida.
De todos los planetas descubiertos desde la década del noventa, los que se “ven” con más facilidad son equiparables a Júpiter, Saturno o Neptuno. Por eso, un enigma rodea a los gigantes lejanos y hace que los astrónomos se pregunten por qué aún no han podido ver anillos o lunas alrededor de esos cuerpos extrasolares.
Un trabajo reciente liderado por científicos antioqueños podría explicar este y otros misterios en la astronomía. Publicado en julio de este año en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, el innovador trabajo plantea que “tal vez no se han visto lunas porque el planeta ya las expulsó y se convirtieron en ‘plunetas’, un nuevo término que acuñamos para describirlas”, cuenta Mario Sucerquia, doctor en física de la Universidad de Antioquia y autor principal del estudio.
Una pieza del rompecabezas
Aún son hipotéticas pero hay varias pruebas observacionales que indicarían que hay planetas que alguna vez fueron lunas. Una de ellas es la desconcertante curva de luz que emanan otros objetos planetarios que se han detectado sin explicación como la estrella de Tabby (KIC-8462852). Cuando un planeta es visto por método de tránsito, su gráfica de luz se disminuye indicando que un objeto redondo pasó por delante de ella (como cuando se ve un eclipse), “pero hay objetos que dejan una marca diferente que hasta ahora no se habría podido explicar y las ‘plunetas’ podrían ser la respuesta”, agrega Sucerquia.
Así le pasa a la Luna de la Tierra. Esta se aleja 4 centímetros por año, agrega Jorge Zuluaga, doctor en astronomía de la U. de A. y coautor del estudio. Por lo que los astrónomos decidieron correr miles de simulaciones para entender qué pasa cuando salen de la órbita de su planeta.
“Las teorías antiguas sobre la formación de las lunas”, cuenta Sucerquia, señalaban que en su proceso de desarrollo planetario que puede durar miles de años, “estas o migran alejándose del planeta o chocan contra este”. No obstante en el nuevo modelo de los antioqueños y sus pares argentinos, que tuvo en cuenta los cambios del planeta durante su vida –estos se contraen, se enfrían, aumentan su rigidez; características que no se tienen presentes en otros trabajos científicos–, “como efecto de esos cambios solo se presentan migraciones hacia afuera”, puntualiza Sucerquia.
Para saberlo los astrónomos “enseñaron” al computador las leyes de la física y le dieron datos de formación planetaria estudiados con anterioridad. En las simulaciones de Sucerquia y su equipo, el 48 % de las veces las lunas salían expulsadas y terminaban como cuasi-planetas viajando alrededor de la estrella anfitriona , pero en órbitas excéntricas “similares a Plutón”, dijo Sucerquia.
En los demás casos o se chocaban con el planeta o eran expulsadas del todo del sistema. Este trabajo puede ser el camino que permita entender por qué algunos planetas más allá del Sol no tienen lunas e incluso por qué algunas lunas o planetas enanos del Sistema Solar tienen características tan diferentes a sus pares, ¿sería Plutón una luna de otro planeta?