Un primer plano del plasma hirviente de la superficie solar acaba de se publicado por el Telescopio Solar Daniel K. Inouye (DKIST) de la Fundación Nacional de Ciencias. Se posa a 3.000 metros de altura en la cima de Haleakala, en la isla hawaiana de Maui y es el más potente telescopio para observar al Sol, con un diámetro de cuatro metros.
Las nuevas imágenes revelan un detalle sin precedentes de la superficie de nuestra estrella, dice el comunicado de prensa de la Fundación Nacional de Ciencias de Estados Unidos. Sorprende incluso porque está en tierra. La tecnología del DKIST es de punta: requiere potentes sistemas de refrigeración para disipar los 13 kilovatios de calor recogidos por su espejo principal. También emplea una óptica deformable para compensar la turbulencia de la atmósfera que puede empañar su visión.
Observar la actividad solar –conocida como clima espacial– es primordial por varias razones. Una de ellas es que esta puede afectar a los sistemas de comunicación en la Tierra. Luis Fernando Ocampo del Observatorio astronómico del Instituto Tecnológico Metropolitano (ITM) cuenta que pueden alterar los viajes aéreos, interrumpir las comunicaciones por satélite y dañar las redes eléctricas, causando apagones de larga duración y desactivando tecnologías como el GPS.
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La estrella más cercana a la Tierra ahora se puede ver tres veces más detallada que antes. El telescopio tiene dos veces el tamaño de cualquier telescopio solar existente.
Las estructuras celulares que se ven en la foto, cada una del tamaño de la mitad de área de Colombia, son la firma de violentos movimientos que transportan el calor desde el interior del sol hasta su superficie se relata en Science. Ese plasma solar caliente se eleva en los brillantes centros de las “células”, se enfría, y luego se hunde bajo la superficie en carriles oscuros en un proceso conocido como convección.