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El amor es lo único que define a las mamás

En el Día de las Madres aludimos a las mamás lesbianas y con ellas a una de las clases de familias existen.

  • Ilustración Esteban París
    Ilustración Esteban París
08 de mayo de 2016
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Dice un dicho: «madre no hay sino una». Pero como muchos otros del repertorio del idioma, este va cayendo en desuso. Porque no es una verdad absoluta. No cumple la función de refrán, que intenta ser universal y ajustarse a todas partes y a todas las situaciones. Madre puede ser más de una.

Familias con varias figuras femeninas encargadas de querer, cuidar y formar a los hijos, las hay por cantidades... Y las ha habido. A veces, porque la llamada figura paterna masculina huye y no asume responsabilidades, o porque la violencia arrebata a los hombres.

Hay quienes crecen con dos madres: la mamá biológica y la abuela... Sí, la abuela. En las casas colombianas, ella es la persona que más interviene en la crianza de los menores. Primero sus propios hijos y después, los nietos. Y estos les dicen mamá o mamita a ambas, porque eso han sido para ellos.

Madres lesbianas

Desde noviembre del año pasado, cuando la Corte Constitucional emitió una sentencia mediante la cual las parejas del mismo sexo podían adoptar menores, con la que ampliaba otra disposición anterior, que limitaba esa posibilidad solo a casos en los que el menor fuera hijo de uno de los dos integrantes de la pareja, a partir de eso, decía, el número de familias constituidas por dos madres va en aumento.

“La función de madre no tiene que ser cumplida necesariamente por una persona que sea físicamente mujer —explica la psicóloga Holena Klimenko, graduada en la universidad estatal de Moscú, con maestría en Psicoanálisis de la Universidad de Antioquia y doctorada en Psicología Educativa de la Universidad Católica de Buenos Aires, Argentina—.

“Para una sociedad como la nuestra, continúa diciendo, es complicado aceptar este concepto, porque la cultura es un factor muy arraigado, pero se entiende el papel materno como la misión de brindar amor y suplir las necesidades afectivas y básicas de una persona y este papel lo puede cumplir cualquiera... Cualquiera que tenga capacidad de entregar amor incondicional”.

Por eso, la psicóloga afirma que no importa la edad ni la orientación sexual de las personas, sino la madurez para enfrentar esa situación.

Al referirse a la edad, valida la capacidad de las abuelas para criarlos. Y va más allá: cree que el proceso de adopción dictado por la Ley de Infancia y Adolescencia tiene falencias, al presentar restricciones en la edad de los padres que pueden asumir el cuidado de los menores.

“La cultura está llena de mitos —expresa la especialista—. Por ejemplo, no es verdad que las abuelas o las tías malcríen a los niños».

Sueño convertido en norma

Por su parte, la abogada Elizabeth Castillo, fundadora y directora de la organización Mamás Lesbianas, explica que las mujeres homosexuales pueden ser madres de varias maneras:

«Unas, mediante relaciones heterosexuales, después de las cuales descubren su orientación homosexual; otras, aunque tengan clara su orientación homosexual, deciden embarazarse de la manera natural o mediante la adopción de menores. Algunas ejercen su función de madre en pareja; otras, de manera individual».

El sueño de un matrimonio movió la norma. Casadas en Núremberg, Alemania, en 2010, Ana Elisa Léiderman y Verónica Botero querían hacer oficial la maternidad de una de las dos, Verónica, de sus dos hijos, Raquel y Ari, de quien Ana es madre biológica. La niña, nacida en Medellín hace nueve años; el niño, en Europa, hace cuatro.

La maternidad, conseguida mediante inseminación artificial, fue consentida por las dos.

Amigas desde cuarto de primaria y unidas afectivamente cuando ambas eran profesionales —Ana es ingeniera textil y Verónica, ingeniera civil—, durante el noviazgo Verónica no era muy partidaria de traer más población a este mundo sobrecargado de humanos, pero Ana la convenció de la conveniencia de poner más gente buena encima del planeta.

«Qué busco en una pareja», se preguntaba Ana, en la adolescencia. «No se me había ocurrido y me sorprendió que la persona para mí fuera una mujer».

«Están hechas la una para la otra; en su casa, todo funciona perfecto», dice Dorothy, la mamá de Ana. Ambas revelaciones las hicieron en un documental de Teleantioquia.

La lucha de estas mujeres comenzó cuando volvieron al país y quisieron registrar a los hijos a nombre de las dos.

Buscaron la figura de adopción existente, pero la petición fue rechazada en ese momento por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. Llevaron el caso a la Corte Constitucional y, en 2014, esta instancia emitió un fallo que les convino, puesto que contenía la posibilidad de que una persona homosexual adoptara hijos de su cónyuge.

En ese documental del canal regional se ven en su vida doméstica: les gusta cocinar, celebran sus cumpleaños, viven con dos gatos. Llevan una vida “nada particular”, dice Ana. Y se ven a los niños con sus juguetes, en los cuales predominan los de figuras de animales. Las muestran despachándolos para el colegio, ayudándolos a bañar, a vestirse y a peinarse, preparándoles el desayuno y atentas a que lo tomen completo. Están pendientes de que hayan hecho las tareas y lleven los cuadernos completos.

“Una mamá homosexual no se diferencia de ninguna otra mamá. Debe ser responsable de cuidar y atender a sus hijos, como cualquier otra; brindarles tiempo para escucharles sus inquietudes, compartir con ellos sus diversiones y la realización de tareas del hogar», comenta una mujer a quien diremos Claudia Pérez, mujer con orientación homosexual y madre de dos hijos ya adultos, por su solicitud de mantener su nombre real en secreto.

Ella añade: «sostuve una relación heterosexual durante diez años y de esos dos hijos son fruto de esa unión”.

Mundo nuevo

Madre desde septiembre de 1990, la abogada Elizabeth Castillo, caleña, criada en Manizales y residente en Bogotá, recuerda que los noventa, decenio en el cual quedó en embarazo y comenzó a “levantar” a su hijo, era una época en la que había más prejuicios que ahora.

“Muchas mujeres lesbianas que adelanten un proceso de adopción o aspiren a hacerlo ahora no te van a querer hablar sobre su condición de madre —comenta Elizabeth Castillo—. Temen que el ICBF o la casa de adopción donde estén llevando o vayan a llevar a cabo su proceso de adopción, tomen represalias y se los nieguen o se los quiten”.

Porque, según dice, ahora está la ley, pero de ahí a que esta se aplique con “tranquilidad”, sin tropiezos, sin restricciones ni discriminaciones, hay un trecho bastante largo.

Esta activista de los derechos de la comunidad Lgbt, a quien muchos pueden recordar porque adelantó campaña para llegar al Congreso de la República, cuenta que ella ha tenido siempre la fortuna de contar con el respaldo de su familia, a pesar de que en su caso, el padre del hijo se desentendió del tema.

Gracias al apoyo familiar pudo seguir cursando un pregrado que apenas empezaba y graduarse de abogada en la Universidad de Caldas.

Para enterarse de algunos detalles de su vida, ella recomienda un documental de Señal Colombia, en la serie Los Nuestros, en el que cuenta aspectos de su existencia.

En él, sus padres, Miguel Antonio y Marta Oliva, luego de recordar el lejano día cuando ella les confesó su homosexualidad y el otro menos lejano cuando se dieron cuenta de que estaba en embarazo, manifiestan su orgullo porque su hija trabaja por la dignidad de las mujeres.

Como les sucede a muchas mujeres “el embarazo no estaba en mis planes de vida».

El hijo de Elizabeth, de 25 años, es profesional también. «Leandro es heterosexual, vive con su novia y ambos viven felices con una perra».

La abogada, con profundas raíces cristianas que la han llevado a hacer parte de grupos de Pastoral Social y a ayudar en cárceles, asegura que su orientación sexual no le ha cambiado su compromiso religioso ni sus convicciones, y está convencida de que Dios la ama tal como es. “Sueño con ver un día a mis nietos y que ellos, al igual que mi hijo, vivan en un país distinto, más libre e igualitario. Y que esos nietos sepan que su abuela participó en la construcción de ese mundo nuevo”.

4.850
menores esperan su adopción, según el Icbf. Fuentes no oficiales dicen que la cifra es más del doble.
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