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La caja fuerte del código genético

A través del estudio de los dientes, la ciencia está reescribiendo la historia
del hombre.

  • A través de sistemas de rayos X, hoy es posible analizar el ADN de la dentina y la pulpa sin dañar el esmalte o la pieza completa. FOTO archivo róbinson sáenz
    A través de sistemas de rayos X, hoy es posible analizar el ADN de la dentina y la pulpa sin dañar el esmalte o la pieza completa. FOTO archivo róbinson sáenz
24 de junio de 2019
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Su fama precedía a Lolia Paulina por toda Roma. Tercera esposa de Calígula, la dama era conocida por una ostentación casi pornográfica. Broches sobre el pecho, pasadores en el pelo, sortijas en todos los dedos de las manos. De acuerdo con Plinio el Viejo, hasta los pies llevaba enjoyados. Si por algo se reconocía también a la fugaz emperatriz consorte era por sus peculiares dientes. Una hipótesis apunta a que la noble llevaba unas distintivas restauraciones en oro. También podría haber tenido las paletas descoloridas o un diastema, una separación de los incisivos. Cuando Agripina la Menor, hermana de Calígula y cuarta mujer de Claudio, ordenó asesinarla por miedo a su influencia sobre su flamante marido, fue su dentadura la que permitió reconocer el cadáver. Un soldado portó su cabeza putrefacta y, ante la duda, solo al abrirle la boca pudieron identificarla fehacientemente.

Ocurrido en el 49 d. C., aquel suceso marca el primer ejemplo documentado del uso de los dientes para dilucidar una identidad o un origen. El Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), situado en Burgos, está aportando datos en este campo que podrían cambiar el relato de la historia ocurrida hace miles, millones de años. El recuento mismo del desarrollo de nuestra especie. A través de la antropología dental, esta parte del cuerpo, la más dura de todo el organismo (sobre todo el esmalte), es capaz de revelar secretos del pasado que resultarían indescifrables por otros medios. A la vez, los profesionales de la medicina y la odontología forense están contribuyendo a la identificación de cadáveres, una cuestión de especial relevancia en los casos en los que no se puede recuperar material genético.

El origen

La teoría más aceptada reza que en el Pleistoceno Superior (aproximadamente 126.000-11.000 años antes de nuestro tiempo), Europa y Asia se encontraban pobladas por neandertales. Entretanto, África era el hogar del Homo sapiens. Nuestra presencia en Europa, se supone, arrancaría con el viaje que nuestros antepasados emprendieron desde el continente africano hace unos 50.000 años. Sin embargo, e impulsados por sus descubrimientos en torno a los dientes, los científicos del CENIEH proponen que la salida del Homo sapiens ocurrió antes, y que nuestro asentamiento no fue una colonización lineal y única, sino que incluyó varios episodios complejos en los que hubo hibridación entre los residentes y los recién llegados.

Una pista que apunta en esa dirección son los restos que emergieron en 2013 en el yacimiento chino de Xujiayao: un hueso de la cara de un niño y varios dientes aislados de diferentes individuos. Por su morfología, los fósiles, que podrían llegar a tener entre 260.000 y 370.000 años de antigüedad, ponen de relevancia que aquella población comparte rasgos tanto con los neandertales como con el también desaparecido Homo erectus, un homínido asiático. Pero que no se corresponden exactamente con ninguno de ellos. Esta investigación pone el acento en lo poco que se conoce sobre el registro fósil asiático, y en la posibilidad de que las poblaciones de Europa y Asia estén más estrechamente relacionadas entre sí de lo que lo están con los homínidos africanos. A partir de este y otros hallazgos, los investigadores María Martinón-Torres, directora del CENIEH, y José María Bermúdez de Castro, su predecesor y codirector de las excavaciones de los yacimientos de Atapuerca (Burgos), propusieron la hipótesis de que el continente asiático ostenta un papel mayor en el poblamiento de Europa del que tiene África. “Al principio nos recibieron como herejes, pero ahora hay cada vez más evidencias en la misma línea”, abunda Martinón. “La historia de la evolución humana en Europa en el último millón de años la estamos escribiendo a través de los dientes”.

Nuevos hallazgos

Los yacimientos de Atapuerca, que comenzaron a excavarse sistemáticamente hace cuatro décadas, representan una mina de oro en lo que al registro fósil se refiere. Son la cueva de Alí Babá de los paleoantropólogos. Situado en la sierra de Atapuerca, a 20 kilómetros al este de Burgos, este complejo kárstico es el hogar del Homo antecessor, una especie que vivió hace unos 850.000 años y fue descubierta allí en 1994. En esta tierra también han habitado a lo largo del tiempo los preneandertales, los neandertales y, por descontado, el Homo sapiens. Además, existen restos de una especie sin identificar que fue bautizada tentativamente como Homo sp. A ella corresponde el fragmento de una mandíbula de 1,2 millones de años de antigüedad hallado en 2007, cuyos rasgos coinciden parcialmente con los de los restos de hace 1,8 millones de años encontrados en el yacimiento georgiano de Dmanisi. A la espera de dar con nuevos fósiles (hay además una falange), esta mandíbula favorecería la teoría del origen asiático de los pobladores humanos de Europa. “El Homo antecessor ya se describió primeramente con los dientes”, subraya Bermúdez de Castro, quien sentó las bases de la antropología dental en España con una tesis realizada en 1980 sobre las poblaciones aborígenes de Canarias.

El panorama ha cambiado enormemente desde los inicios profesionales del destacado paleoantropólogo, cuando apenas existía bibliografía sobre el estudio de los dientes. “Hoy día utilizamos técnicas mucho más complicadas”, explica. “Y ahora que estoy a una cierta distancia de la retirada, dejaré en herencia un montón de bibliografía antigua, que resulta difícil de conseguir”. Esos textos contribuirán al desarrollo del trabajo del Grupo de Antropología Dental del CENIEH, uno de los equipos de referencia en el mundo dedicados a esta disciplina, con focos en materias como la taxonomía (clasificación de las especies), la filogenia (estudio del parentesco entre especies) y el desarrollo de las especies de homínidos del Plioceno y el Pleistoceno (desde hace más de 5 millones de años hasta hace unos 11.000). Para llevar a cabo su labor, cuentan con tecnologías como el micro-CT o microtomografía computarizada, un sistema de rayos X que les permite crear cientos de imágenes secuenciales en 2D del diente sin necesidad de romperlo, a partir de las cuales se generan modelos digitales en 3D.

“Ahora somos capaces de estudiar superficies de los dientes que antes no estaban accesibles. Por ejemplo, la dentina, que está debajo del esmalte, y que tiene una serie de accidentes morfológicos que no conocíamos y que estamos viendo que tienen peso, porque también se heredan y nos sirven para comparar poblaciones”, explica Martinón. “Estamos abriendo el campo de la histología virtual: el estudio de fósiles sin necesidad de técnicas destructivas”.

De cualquier modo, los dientes no son solo herramientas usadas tras el fallecimiento. También valen con individuos vivos. Por ejemplo, inmigrantes de los que se intenta establecer la edad. Y últimamente, para peritar los destrozos causados por una plaga: la de los timos de las cadenas de clínicas dentales.

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