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“Ya no se les puede decir nada” es un comentario común de los hombres heterosexuales en referencia a las mujeres, luego de todo el estallido que provocaron en el mundo las denuncias de acoso y abuso sexual, visibilizadas en redes sociales por la etiqueta #metoo en inglés, que quiere decir “yo también”.
Estrellas de Hollywood, periodistas, modelos y estudiantes (de diferentes géneros y orientaciones sexuales) han levantado la voz para compartir sus historias de abuso en redes sociales y medios de comunicación. Además, entablaron denuncias formales, algunas guardadas por años, pues no se tenía conciencia de cómo se tipificaban estas violencias. Muchos de los comportamientos dentro de esas categorías hacen parte de la cotidianidad en las diferentes relaciones humanas.
La ola del feminismo de este siglo empezó a aclarar y difundir esos conceptos, y el nivel de conciencia al respecto cada vez es mayor. Por ejemplo, dice la psicóloga clínica Yésica Montoya, que los adolescentes con los que trabaja tienen esto muy claro, pero que las generaciones mayores deben llevar a cabo un proceso cognitivo primero para identificar esas creencias nocivas y luego transformarlas desde la voluntad.
El cuerpo del otro
Aunque la situación puede resultar incómoda para algunos, en realidad no es tan compleja. Se trata de respetar al otro y, antes de hacer algún acercamiento o comentario, saber que debe haber un consentimiento, anteponer al piropo un “¿Te puedo decir algo?”, teniendo en cuenta que la única respuesta válida para dar el siguiente paso es un “sí”.
El feminismo no solo ha traído la conciencia de la violencia y el abuso existentes en la cotidianidad, sino una nueva relación con el cuerpo, lo que tiene consecuencias macro como la legalización del aborto en el mundo y otras de carácter individual, como la búsqueda del placer y el disfrute del cuerpo sin vergüenza. Eso puede ser confuso para quienes asumen que un atuendo sensual o una actitud provocadora es una invitación tácita, pero los expertos recalcan la necesidad de levantar la pregunta del consentimiento antes y obtener un “sí” rotundo, en cualquier caso. El silencio no es aceptación.
“A las mujeres cada vez les interesa menos que hablen sobre su cuerpo”, dice el profesor de la facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, Fabio Castro-Herrera. “Los hombres podríamos empezar a llamar un poco la atención sobre la cultura de la mirada. Eso hace parte de un mandato de masculinidad a los hombres, que se tienen que consagrar mirando y comentando sobre el cuerpo de la mujer, porque afirman su lugar en el mundo”, explica.
Para Castro-Herrera, el sistema patriarcal lleva la creencia de la superioridad masculina, y cuando los hombres no logran afirmar su potencia sexual o económica ante los demás (para lo que usan muchas veces el cuerpo de los otros como objeto), lo compensan con violencia; una respuesta a sentirse vulnerables, que no está justificada bajo ningún concepto.
Él propone un ejercicio muy sencillo para los paisas: “Haga de cuenta que el cuerpo del otro es el metro”. No se trata de algo propio, pero es vinculante socialmente y se debe proteger y respetar.
Otras palabras
Para Montoya, no es necesario erradicar el piropo, sino aprender a hacerlo. De hecho, explica que los halagos pueden ayudar con la autoestima y levantar el ánimo en un mal día, además, hacerlos no significa que se pretenda establecer algún tipo de relación. De ahí surge otro punto importante y es la asertividad en la comunicación cuando el objetivo sí es acercarse más a alguien. Preguntar y conversar siguen siendo las opciones más sencillas para pararse en un terreno firme, así no sea tradicional.
El feminismo no busca la superioridad de las mujeres sobre los hombres, sino relaciones más ecuánimes e igualdad de derechos. “No es una batalla, el otro no tiene que estar a la defensiva, es una transformación cultural que empieza en el discurso y los pequeños vínculos”, elabora Montoya. Por lo que es importante respetar la opinión del otro, poner límites, afinar las dinámicas de crianza, buscar la autoconciencia de cada parte y eliminar prejuicios.
Ambos expertos coinciden en afirmar que las mujeres tienen parte de la responsabilidad de perpetuar estas dinámicas y, por tanto, de desmontarlas. Este último es un rol que cada vez se asume con mayor entusiasmo y conocimiento, pero, para Castro-Herrera, a los hombres les hace falta tener una agenda propia y analizar el daño que les infringe el sistema patriarcal. “Las mujeres hablan más de sus problemas, son más íntimas, su sentido del humor es más fino, cuentan sus angustias; mientras que los hombres no tenemos agenda propia. Creemos que nos necesitan, nuestra idea del erotismo es reduccionista y cosificante, nuestros cuerpos también son problemáticos y padecemos el patriarcado. Todos los días tenemos que reafirmar nuestro poder y es muy desgastante, sumado a la sociedad del capital que nos pone a competir. Es agobiante”, afirma.
Para Castro-Herrera la situación actual se siente como una venganza de las mujeres por años de sometimiento a la voluntad masculina. Ellas cada vez son más exigentes con el tipo de vínculos que quieren construir, y los hombres ahora tienen el afán de responder a esas exigencias. Esa situación también puede ser fuente de ansiedad y fatiga, pero para los expertos es importante hacer el esfuerzo de educarse y autoconocerse, elegir el camino del diálogo antes de pensar el mundo como un campo de batalla. También pensar en el concepto de “responsabilidad afectiva” y ser más consciente de cada acto.
No está demás informarse sobre estos temas y consultar especialistas para ayudarse a aliviar ansiedades o corregir comportamientos