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Milton Glaser simbolizó el amor por Nueva York

El diseñador falleció a los 91 años. Entre sus creaciones figura uno de los logos que más representa a su ciudad.

  • Glaser hizo parte de los equipos que rediseñaron diarios como The Washington Post y O Globo de Brasil. FOTO Getty images
    Glaser hizo parte de los equipos que rediseñaron diarios como The Washington Post y O Globo de Brasil. FOTO Getty images
  • La idea original del logotipo de “I love new york” reposa en una colección permanente en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa). FOTO spencer platt - afp
    La idea original del logotipo de “I love new york” reposa en una colección permanente en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa). FOTO spencer platt - afp
29 de junio de 2020
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El 19 de septiembre de 2001, exactamente una semana después del peor atentado terrorista que sufrió Nueva York, el ilustrador y diseñador Milton Glaser, nacido en el Bronx el 26 de junio de 1929, decidió volverle a declarar su amor a la ciudad a la que le dedicó gran parte de su carrera.

Glaser quien falleció de un infarto el pasado viernes, el día que cumplió 91 años, fue el responsable de crear uno de los símbolos con los que más se asocia a la Gran Manzana. En 1977, años antes de que ese par de aviones impactara las Torres Gemelas, el estado de Nueva York le recomendó a Glaser crear el logo de una campaña que atrajera a la gente y recuperara un poco la imagen de esa ciudad.

En ese momento, “era una ciudad llena de corrupción, violencia y lugares abandonados”, explica el diseñador industrial César Zapata, quien vive allá y ha trabajado en el diseño de museos y monumentos como el National September 11 Memorial & Museum en esa ciudad.

Cuenta que a finales de los 60’s y comienzos de los 70’s, mucha gente de las ciudades prefirió trasladarse a los suburbios porque sentían que eran lugares menos hostiles y peligrosos.

Glaser, quien para ese entonces ya había sido uno de los fundadores de la New York Magazine en 1968, diseñó ese logotipo que probablemente usted reconoce así no haya tenido la oportunidad de visitar Nueva York, “I love NY” (Yo amo Nueva York), solo que el diseñador reemplazó la palabra love por un corazón rojo. Lo dibujó subido en un taxi, garabateando sobre un pedazo de papel.

“Fue un éxito en términos de marketing”, apunta Zapata. “Aunque él también fue muy crítico de la influencia del marketing sobre la producción visual”. Ese logo, sin embargo, se ha adaptado y reproducido incontables veces en todo el mundo. Así sea para expresarle amor a otras ciudades o causas.

De vuelta a ese 19 de septiembre de 2001. Glaser actuó rápido, convocó a estudiantes del School of Visual Arts, donde era profesor, y en esa primera semana después del atentado terrorista, ellos habían empezado a distribuir carteles a quienes vieran caminando por la ciudad. En ellos, su logo tenía una leve modificación, decía: “I love NY more than ever” (Yo amo a Nueva York, más que nunca). La imagen se publicó en la portada y contraportada del diario Daily News ese 19.

Sin limitantes

Ese recordado logotipo es apenas uno de los ápices más visibles pero la carrera del diseñador es amplia. Fue ganador de una beca Fulbright que lo llevó a estudiar con el maestro Giorgio Morandi en Bolonia, Italia. Trabajó en el sector editorial, estuvo a la cabeza de la New York Magazine, al igual que de los rediseños de diarios como The Washington Post y O Globo de Brasil.

Hizo cientos de encargos publicitarios y en 1954 creó el estudio de diseño Push pin. De su cabeza brotaron imágenes de marcas como la de la Brooklyn Brewery.

También trabajó para artistas. Una de sus creaciones más célebres es la imagen del álbum de éxitos de Bob Dylan en 1967 (ver Radiografía).

“Él nunca trató de tener una identidad clara en cuanto a su producción estética”, explica Zapata. “Fue la diversidad de su trabajo y la amplitud en su expresión lo que lo identificó”.

Para la profesora de la Facultad de Diseño de la UPB, Catalina Tobón Jaramillo, se trata también de un asunto de sensibilidad. “No solo de observar el mundo con mucha atención, sino de estar abierto a discusiones de diferentes disciplinas y experiencias de vida”, apunta. Explica que este ilustrador estaba muy atento, todo el tiempo, a su alrededor y preguntándose cómo lo tocaban ciertos hechos, “cómo incidían de manera directa en la forma como un diseñador puede responder a eso que se desenvuelve a su alrededor”.

Esa idea de servicio se evidenciaba, según Tobón, en aspectos tan sencillos como que estuvo siempre atento a dar clases, a dar discursos en graduaciones, a hacer parte de agremiaciones de diseñadores.

Diego Bermúdez, diseñador y profesor en la facultad de Diseño de la Universidad Javeriana de Cali, añade que era un hombre presto a recibir ideas y proyectos nuevos. Fue jurado en la tercera edición de la Bienal de Artes gráficas Cali en 1976, donde también dictó una conferencia. Fue el primer diseñador en recibir la Medalla de las Artes, se la otorgó el expresidente de ese país, Barack Obama, por su trayectoria.

Una conexión profunda

Glaser nació en una familia judía de ascendencia húngara en una ciudad que cada vez más se volvía un punto de encuentro entre bagajes culturales completamente diferentes. Zapata opina que ese factor también influye en la conexión del artista con su lugar natal. “Hace parte de ese aspecto que hace de Nueva York un lugar tan especial, porque es donde confluyen muchas culturas”.

Era muy neoyorquino, así de simple. Eso opina Bermúdez, quien dice que eso se refleja en la forma en que el diseñador llevaba sus mensajes, “era concreta, como buen neoyorquino. Su obra no es para sentarse a analizarla, es muy directo en el manejo de la forma y el color”.

Su sello está presente en muchos lugares y épocas de la Gran Manzana. Diseñó carteles para la escuela de artes escénicas Juilliard y la New York Film Society, así como estuvo a cargo de la identidad gráfica y decorativa de los restaurantes del World Trade Center.

“Podría pensarse que logró ser un traductor de ese espíritu de la ciudad”, añade Tobón. “Lo que logra a través de su sensibilidad es convertirse en un traductor de esa vida que de manera natural brota por Nueva York, de todas esas cosas que empiezan a fraguarse en esa identidad cultural”. Para la profesora, es ese mismo amor por el lugar lo que permitió que pudiera crear de manera “tan honesta y acertada” símbolos de ella.

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