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Un ser humano pestañea entre 15 y 20 veces cada minuto. Es automático, parece sencillo. Natalia Ponce de León tuvo que aprenderlo. Cuando reconstruyeron su rostro en un quirófano, sus párpados quedaron inmóviles. Hizo terapias y debió aprender a cerrar y abrir sus ojos, a pensar en que debía abrirlos y cerrarlos cada tanto. Hasta que su cuerpo memorizó el movimiento, por fin.
Ese fue uno de sus primeros retos después del ataque con ácido que le quemó la cara, los brazos y los muslos. El ácido derritió su piel y llegó hasta sus huesos, hasta su autoestima. Tres años y medio después, tiene una nueva identidad y otros sueños.
Esta semana se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer: una de las obsesiones de Natalia....
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