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Los padres de familia, cuidadores y maestros contribuyen a través de actividades cotidianas y de aprendizaje al desarrollo de esta habilidad.
En la primera infancia, la responsabilidad debe ir asociada al juego, para gradualmente dar paso a las obligaciones que se les deben asignar a los chicos dentro de la familia, así como al establecimiento de normas o límites.
La psicóloga y docente escolar, María Luisa Castro, insiste en que “la tarea de la familia y de los adultos significativos en el desarrollo de la autonomía en los niños es fundamental, ya que está dirigida a valorar sus capacidades y fomentar su responsabilidad con cariño, dedicación, constancia y paciencia”.
El papel autónomo de los padres es esencial, ya que los niños son imitadores por naturaleza, por tanto deben estar atentos a sus propios comportamientos para así incentivar esta capacidad. La protección de los hijos debe partir del reconocimiento de su desarrollo y de sus competencias; la sobreprotección puede propiciar dependencia, que en muchas ocasiones les acompañará hasta la adultez.
La psicóloga Castro recomienda acompañar a los hijos, a partir de acciones como fomentar su autoestima, evitar rotularlos con mensajes negativos o demandarles tareas por encima de sus posibilidades, aumentar progresivamente el grado de exigencia, enseñarles a enfrentar los conflictos e inconvenientes, ayudarlos a identificar su responsabilidad en los comportamientos inadecuados sin culpabilizarlos y darles todo el amor, la confianza y el apoyo.
Con respecto al rol de los maestros, la psicóloga Nidia Márquez considera fundamental escuchar a los niños, “ya que al sentirse tenidos en cuenta se motivan e involucran de manera más activa a las actividades escolares” y agrega que también es útil distribuir tareas como organizar el salón o definir los roles para los eventos culturales, entre otras actividades.
Uno de los mayores aportes de la escuela es que les posibilita a los niños interactuar con sus pares en un ambiente seguro, en el que puedan generar procesos de construcción y reconstrucción que los guíen en la conquista de esa autonomía y la dupla niño-maestro hacen equipo en ese camino.
La psicóloga Márquez asegura que “promover la autonomía en los niños dará lugar a adultos responsables de sus actos, cumplidores de los deberes, propositivos, analíticos, creativos, con capacidad de resolución de conflictos, con mayores niveles de resiliencia y capacidad de adaptación a situaciones internas y demandas externas”