Que hay colores fríos y otros cálidos, eso lo sienten muchas personas. Unos tonos que irradian alegría y otros tristeza; que ayudan a concentrarse y unos más a dispersarse.
Hasta el poeta alemán Goethe, sí, el de Las Penas del joven Werther y el Fausto —porque también dejó ensayos científicos—, concibió, por ejemplo, que el amarillo es el color del Sol. Para él, este, el más cercano a la luz, es el del optimismo, el poder y la arrogancia, y también de la alegría, el buen humor y la buena voluntad.
Y de muchos otros investigó sus propiedades y expresó sus conclusiones.
Este escritor y dramaturgo, glorioso por sus letras, llegó a decir que poetas grandes, quizá más grandes que él, abundaron en su época. Que de lo que realmente se sentía orgulloso era de su teoría del color.
Para continuar ejemplos con amarillo, se sabe que este era el favorito de Gabriel García Márquez. Y casi todas las personas tienen un color preferido. O sea que hay algo subjetivo en el tema de los colores. El gusto es propio de cada uno.
Pero, en efecto, ¿esas ideas tienen asidero en la ciencia o en las artes?
Para el artista Miguel Ángel Betancur, los colores, “por supuesto”, causan efectos en las personas.
“Uno como artista siente las vibraciones”. En especial los pintores, a través de ellos, transmiten sensaciones y sentimientos con el propósito de impactar en la mente humana y esperan que de verdad encuentren receptores a quienes les causen sensaciones.
Miguel Ángel advierte que el efecto no es igual en todas las personas. A unas, las afectan más unos que otros.
Dice también que él, como escultor, tiene seguramente una percepción un poco distinta a la de los pintores, porque la escultura es más que todo monocromática. “Pero como dijo Rodin (escultor francés), el color en la escultura está en el modelado”.
El artista Miguel Ángel trae a cuento la exposición Vibraciones de la forma, de Álvaro Marín, actualmente instalada en la Alianza Francesa. Se trata de “una paleta calmada”, es decir, con colores tranquilizantes. Transmite a través de estos (del rojo, al azul y el verde), no de las formas.
Con estas explicaciones uno entiende que si el color no tuviera propiedades comunicativas, los pintores se verían en dificultades para transmitir mensajes, provocar sensaciones, crear atmósferas y, en fin, mover ilusiones en la mente de los espectadores.
Desde adentro
La psicóloga Natalia Saldarriaga, por su parte, está de acuerdo con Miguel Ángel Betancur —y, claro, con Goethe—. Considera que los colores sí activan sensaciones en las personas, de acuerdo con la percepción de cada una.
Habla, incluso, de una propuesta que combina arte y psicología, llamada arteterapia. Con los colores y las formas, añade, algunos psicólogos consiguen comprender el mundo mental de sus pacientes.
Ella confirma una idea expresada por el artista: los diferentes colores actúan de manera distinta en la gente, porque el efecto depende de la percepción de cada uno, de su personalidad y de su historia.
Publicistas y psicólogos que trabajan para la publicidad, dice Natalia, exploran continuamente este campo. “El poeta Goethe, en su libro La teoría de los colores, expuso estas ideas que han influido en la psicología”, refiere ella.
En esa teoría, el poeta contradijo las de Isaac Newton, puesto que él le dio a su estudio un enfoque más experimental y fisiológico que físico, como sí lo hizo el inglés.
Y además de psicólogos, filósofos, físicos y matemáticos —Arthur Schopenhauer, entre los primeros; Werner Heisenberg, entre los segundos, y Mitchell Feigenbaum, entre los terceros—, aceptaron y aplaudieron el aporte de Goethe.
Añade que en la psicología hay otro enfoque en este tema: el de enseñarles a los niños a regular las emociones con los colores del semáforo: “El rojo es pare; el amarillo, piense antes de actuar, y el verde, dé vía libre a sus acciones”.
Del mismo modo en el que Miguel Ángel expresa asuntos que parecen del terreno de la psicología, Natalia aporta un elemento del campo del arte: recuerda la gran riqueza expresiva del pintor estadounidense Louis Morris, un clásico del siglo XX, que, semejante a la conquista de Álvaro Marín, consigue comunicar con los colores, prescindiendo de las formas.
Que no sea casual
Entonces tienen razón quienes sostienen que a la hora de pintar la casa, el taller, la oficina, el sitio de juego, no resulta insensato pensar en el asunto.
Amparadas en esta teoría del color que, como vemos tiene raíces intelectuale,s pero se han vuelto de dominio público, oímos a muchas personas hablar de colores cálidos, fríos, energéticos (ver Claves).
El artista Miguel Ángel Betancur cree que se debe “jugar” con ellos. Por eso es que, por ejemplo, el interior de las clínicas lo pintan, por lo general, de verde claro, porque es lugar de agitaciones y angustias intensas. El verde, según las teorías, transmite calma.
Él, cuando pinta la casa, lo tiene en cuenta. La suya es, precisamente, verde claro. El taller, en cambio, es “una mescolanza, porque allá se mueven cosas y materiales diversos, que le van dando el color a las paredes”.
Natalia Saldarriaga dice que, en su casa, no pinta las paredes con colores que transmitan sensaciones de calma o sabiduría como el azul. Ella prefiere el blanco en todas partes “porque le brinda la sensación de limpieza y no deja que me sesgue, que me limite”.