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En los rincones anónimos de Internet abundan entradas de blogs y comentarios en redes sociales que aseguran que las vacunas son medicamentos inseguros, tóxicos y creados con intereses ocultos y manipulativos. Antes de 2019, en YouTube también se conseguían evangelizaciones de “expertos” que promovían lo que hoy se conoce como el movimiento antivacunas; sin embargo, en ese año la plataforma comenzó a bloquear los videos que lo apoyaran.
Antes de la era digital igual hubo escépticos a este tipo de medicamentos. Cuando en Inglaterra se empezaron las primeras campañas de vacunación contra la viruela a partir del siglo XIX, nacieron grupos opositores que se concentraron en la ciudad de Leicester para debatir sobre su obligatoriedad, cuenta el sitio web informativo Historia de las vacunas, creado por el Colegio de Médicos de Filadelfia, uno de las más antiguos en Estados Unidos.
Otro país líder en este tipo de discusiones fue Francia, al punto que el filósofo Voltaire escribió en su libro Cartas filosóficas (1773) un llamado a la “inoculación”, como se le llamaba. (Lea al final un fragmento).
Curiosamente, tres siglos después, Francia lidera los países que tienen baja confianza en estos medicamentos biológicos. Le siguen los africanos Gabón y Togo, Rusia y Suiza, según una encuesta de la consultora Gallup publicada en junio del año pasado, y aplicada en 144 países. Dice el estudio que 1 de cada 3 franceses desconfía de la vacunación porque considera que los médicos no informan bien sobre sus efectos adversos y creen que se invita a vacunarse para favorecer intereses económicos y egoístas.
El informe refiere, además, que el 22 % de los colombianos encuestados es escéptico frente al hecho de que la ciencia beneficia a la mayoría, pero el 99 % está de acuerdo con la seguridad de las vacunas y cree que son necesarias para los niños.
Un reciente estudio publicado por Facebook en asociación con la Universidad de Maryland (EE.UU.), dice que el 76 % de los usuarios encuestados se vacunaría contra la covid-19. Expertos alertan que, cuando se trata de salud pública, cada decisión personal cuenta para lograr un impacto protector. De ahí el peligro de los movimientos antivacunas.
Preguntas y respuestas
Una investigación publicada por la Universidad de Valladolid, en España, analizó el discurso antivacunas en las redes sociales durante 2017 y decantó los argumentos más frecuentes. Que no son seguras y causan otras enfermedades (como autismo, entre las más citadas), que tienen efectos secundarios fatales, que no siempre funcionan, que previenen enfermedades que ya no existen, que es mejor enfermarse, que son una estafa de las farmacéuticas, que los gobiernos son aliados de estas empresas o que las alternativas naturales son mejores que ponerse un preparado biológico.
Es posible identificar dónde nacieron algunas de estas razones, por ejemplo, la del autismo. En 1998, cita la investigación del Colegio de Médicos de Filadelfia, un cirujano británico llamado Andrew Wakefield publicó un artículo en la revista The Lancet relacionando la vacuna que previene sarampión, rubéola y paperas (MMR) con niños con autismo. En 2004 la prestigiosa publicación se retractó de haber difundido el estudio y en 2010 Wakefield fue eliminado del registro de médicos de Gran Bretaña porque se comprobaron conflictos de intereses y fraude en los datos de su estudio.
Sin embargo, la noción de lo que publicó en los 90 se fue esparciendo (más que la retractación del estudio y las razones), y hoy es un argumento presente en noticias falsas sobre los “efectos adversos” de las vacunas.
En una editorial publicada en la revista de la Universidad Industrial de Santander por los investigadores de la Universidad del Norte, el epidemiólogo Julián Fernández-Niño y el médico cirujano Hernando Baquero, se explica que Internet le ha dado vigor al movimiento antivacunas porque “se nutren de noticias falsas o testimonios anecdóticos no verificables, que rápida y eficientemente pueden difundirse para continuamente estar reclutando o radicalizando seguidores”.
Y el problema es que eso pone en riesgo a los demás, a diferencia de otras creencias no verificables. “Las personas que en el siglo XXI aún creen que la Tierra es plana pueden terminar siendo inofensivas aparentemente, pero los negacionistas del cambio climático y los de los movimientos antivacunas están colocando directamente en riesgo la salud pública”, se lee en el editorial.
Los datos respaldan la afirmación: según la Organización Mundial de la Salud, los casos de sarampión aumentaron un 30 % en el mundo de 2016 a 2018, año en el que se registraron 140.000 muertes a causa de la enfermedad. No se debe olvidar que la vacuna que previene esta afección es la que se relacionó con autismo.
“Las vacunas son estrategias muy eficientes y seguras a nivel individual, pero su eficiencia máxima se alcanza cuando existe una alta proporción de la población que accede a ellas. El peligro de la baja cobertura es que si un agente infeccioso entra a una población que no está inmunizada, rápidamente puede diseminarse y generar enfermedades mortales o que dejan secuelas”, argumenta el virólogo Jaime Andrés Cardona Ospina, magíster en biología molecular y director del Programa de Medicina de la Fundación Universitaria Autónoma de las Américas de Pereira.
Sobre la idea de que “se sigue vacunando para enfermedades que no existen”, el virólogo Cardona alerta que “las vacunas previenen la enfermedad, pero no la erradican. Para que eso ocurriera tendríamos que tener tasas altísimas de inmunización”. Por eso, aunque la poliomielitis no es tan visible en Colombia como en países de África, es importante seguir vacunando contra la afección porque no está erradicada. La única enfermedad eliminada de la Tierra, gracias a las vacunas, es la viruela y sucedió en 1984.
El concepto de comunidad
La cantidad de pinchazos por vacunas que recibe un niño antes de los cinco años, según el Plan Ampliado de Inmunización del Ministerio de Salud, llega casi a los 30. El objetivo es protegerlos de enfermedades que, para ellos, pueden ser mortales.
“Un adulto que no cree en las vacunas de pronto ya no sufre las consecuencias fatales de una difteria, los que sufren son los menores de 5 años. Y los adultos mayores que no necesariamente desarrollan inmunidad a ciertas enfermedades son los que se benefician de la inmunidad de rebaño”, explica el virólogo Cardona.
A este punto, el pediatra Juan Pablo González, profesor titular de la Universidad CES, agrega que es paradójico el hecho de que “los padres que se niegan a vacunar a sus hijos probablemente no estarían vivos si no hubieran sido vacunados. El punto es que si el otro se vacuna me está protegiendo a mí, si yo me vacuno protejo al otro y si ninguno lo hace ya hay dos riesgos. Debemos desprendernos de nuestra escala de valores egoísta y pensar en los demás”.
En el caso de la vacuna de la covid-19 ocurre lo mismo que con las demás, agrega González: “Se debe inmunizar por lo menos al 75 % de la población para que todos estemos protegidos. Esta vacuna es segura y eficaz porque el número de vacunados supera las 100 millones de personas y no se han reportado mayores efectos secundarios”.
Tanto la Organización Mundial de la Salud como el gobierno colombiano han sido claros en que la aplicación de la vacuna contra la covid-19 no será obligatoria, pero está claro que el costo de no decidirlo va más allá de una creencia: seguir luchando contra la pandemia a pesar de que existe una forma de prevenir la enfermedad que la causó.
Voltaire
Filósofo