A los 15 años se tatuó por primera vez. Lo tenía todo claro: qué quería, cómo lo quería y dónde lo quería. Su mamá la acompañó a hacérselo y aprovechó también para tatuarse. Marcela Arango, que ahora tiene 25, es historiadora y visita el estudio una vez al año. Cada una de sus 16 marcas de la piel representa algo diferente.
Sabe que tatuarse es una decisión de vida: “No es solo ponerse tinta en la piel. Es querer que en tu cuerpo siempre haya una huella visible”, dice.
Unos lo consideran estilo de vida. Otros, una “manera de hacer catarsis, embellecer su cuerpo o simplemente recordar algo”, explica José Machado Serna, artista de esta práctica en Perla Negra Tattoo.
La historia de este ejercicio muestra que tiene múltiples usos y significados, según el lugar y la cultura.
Marcas con historia
Gustavo Muñoz, profesor de Antropología en la Escuela de Ciencias Sociales de la UPB, explica que los tatuajes han acompañado a la humanidad por siglos.
Comenta que se han encontrado tatuajes de por lo menos 5.000 años. En las culturas ancestrales han tenido una carga simbólica, mítica, religiosa y funcional, como los griegos y egipcios, que utilizaban tinta para marcar los estratos sociales.
Esto influyó en el posterior estigma que recayó sobre los tatuajes. El docente explica que se han encontrado herramientas para hacerlos desde hace 3.000 años: una punta afilada de madera con la que hacían incisiones en la piel de los criminales para aplicarle pigmentos.
Señala que esto se debió a que se consideraba el cuerpo como la cárcel del alma. “Lo corporal pasó a lo espiritual. Lo que hizo que las marcas en la piel se dejaran de ver como signos de perfección”.
A principios del siglo XIX, comenta Muñoz, se deja de considerar el cuerpo como la cárcel del alma. Comienza a ser visto como un medio de expresión estético. “Ya no se ven como amuletos, ni se les atribuyen sobrenaturalidad, sino una fuerza de memoria, identidad y celebración”, explica.
En sociedad
La naturaleza y significado de los tatuajes depende, indica el profesor Muñoz, de la cultura en la que se practiquen. Mientras que en el mundo se estigmatizan cada vez menos, en Japón todavía son vistos de manera negativa (ver informe anexo).
Hoy se considera que puede ser un arte y está en su mejor momento. El artista español Joaquín Ganga, quien ha tatuado a estrellas como Drake o Chris Brown, exhibió la semana pasada un tatuaje hiperrealista de Dalí sobre piel sintética, de 195 x 135 centímetros.
Futbolistas, cantantes o actores han influido para que sea una tendencia contemporánea. Ibis World, firma norteamericana experta en investigación de mercados, señala que el del tatuaje tendrá un crecimiento sostenido hasta el 2005 (ver recuadro).
La modelo Kendall Jenner acaba de hacerse un tatuaje nada convencional: la palabra ‘meow’ (’miau’) en la cara interna del labio. Paris Jackson, además de ser la hija del Rey del Pop, es famosa por sus más de 50 grabados. El más reciente va desde su hombro hasta el codo, y en él se ven los símbolos que representan a cada miembro de la banda que usaron para promocionar su cuarto álbum, Led Zeppelin IV de 1971.
Aunque cada vez son de más uso, todavía no son completamente aceptados. Marcela Arango ha sentido las miradas cuando lleva vestido y los tatuajes quedan expuestos.
“Me he encontrado tanto con miradas escandalizadas como de admiración”, anota. Una vez salió con un hombre que estaba completamente tatuado y sintió que, a su alrededor, “algunos padres les decían a sus hijos lo terribles que éramos”.
A Marcela y su acompañante solo les causó risa, quizá porque aún los tatuajes siguen siendo un tema tabú.
4,6%
se espera que crezca
el mercado del tatuaje al cierre de este año en Estados Unidos.
$1.700
millones de dólares generó la industria del tatuaje en Estados Unidos, una de las más organizadas
del mundo.
$190
millones de dólares anuales movió el negocio del tatuaje en Colombia en 2017, según datos de Ibis World y Global Tattoo