viernes
7 y 9
7 y 9
Seguro lo ha visto: las aves, como muchos otros animales diurnos, suelen buscar refugio en la tarde, cuando los rayos del sol se debilitan. Duermen toda la noche y se despiertan temprano en la mañana, siguiendo los periodos de luz y oscuridad.
Las ganas de dormir aparecen −también en usted− gracias a la melatonina, conocida como “la hormona vampiro” porque su liberación depende de un factor clave: la oscuridad. Si hay mucha luz, habrá poca melatonina y, por ende, pocos deseos de ir a la cama.
En respuesta a un contexto en el que como humanos es común tener alterados los ciclos del sueño (por largos periodos de iluminación artificial, estrés, trastornos psicológicos o estilos de vida poco saludables), el uso de la hormona sintetizada −obtenida en laboratorio y dispuesta en tabletas− ha aumentado. Así lo demuestran los resultados de un estudio publicado en la revista médica Journal of the American Medical Association, revisada por pares y propiedad de la Asociación Médica Estadounidense.
Luego de evaluar un período de cerca de 20 años (de 1999 a 2018), encontraron que su consumo pasó de un 0,4 % a un 2,1 %, estimaciones que preocupan a los investigadores sobre todo porque el contenido real de la hormona en la mayoría de los suplementos suele ser hasta de un 478% más alto que lo referenciado en las etiquetas. Así que, sin saberlo, podría estar consumiendo una dosis mayor a la recomendada, lo que podría tener efectos en su salud.
La cantidad de melatonina sugerida, siempre bajo la vigilancia de un médico, es de 5 mg por día, sin embargo, la investigación confirma que, aunque antes de 2006 no se identificó uso en cantidades superiores, entre 2017 y 2018 sí aumentó de manera autoinformada la dosis, pasando de una prevalencia del 0,08 % al 0,28 %.
Entre las consecuencias que puede traer consumir más cantidad de la sugerida, está sufrir de dolores de cabeza, mareos, somnolencia diurna y afectación de órganos como el corazón. Por eso es muy importante buscar el acompañamiento de un médico profesional y no automedicarse.
La evidencia científica en torno al uso de melatonina es débil: si bien su consumo se considera generalmente seguro, los datos alrededor de su utilización a largo plazo y en altas dosis son escasos.
Por este motivo, y porque en bajas dosis (menos de 5 mg por tableta) puede ser comercializada como un suplemento dietario (de fácil compra-venta, sin prescripción médica), la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés) no la recomienda ni la reconoce como un medicamento.
En Colombia, cuenta David Galvis Pareja, farmacólogo y docente de Química Farmacéutica de la Universidad CES, la normativa es laxa. Está aprobada por el Invima como coadyuvante en la inducción del sueño (es necesario usarla junto a otro fármaco para conseguir los efectos deseados) y puede conseguirse sin receta. “Que no esté completamente regulada y pueda comprarse como suplemento, abre la posibilidad de que haya falsificación o comercialización de tabletas adulteradas”, dice, lo que es preocupante en vista de que la molécula de la hormona en altas dosis y luego de un uso prolongado puede alterar el ritmo cardiaco, incrementar los niveles de glucosa en sangre, causar convulsiones, agravar problemas hepáticos, e incluso, desencadenar episodios de ansiedad o depresión.
La advertencia del experto es que consulte siempre con un médico antes de tomar melatonina, teniendo en cuenta además que podrían haber problemas ocultos alterando su sueño, como trastornos en el estado de ánimo o apnea del sueño, que requerirían un tratamiento distinto.
Solo consumir melatonina podría no ser suficiente para tener un ciclo de sueño satisfactorio. El docente Galvis señala que la evidencia sólida del fármaco no muestra mucho beneficio. Su accionar se calcula en un margen de diferencia de solo 10 minutos para conciliar el sueño, es decir, si solía dormirse a las 9:30 p. m., tomando melatonina podría dormirse a las 9:20 p.m.
La recomendación es que las alteraciones del sueño sean tratadas también a través de terapia cognitiva conductual y psicológica para conseguir los efectos deseados.
Un mal dormir puede tener consecuencias considerables: irritabilidad, deterioro en las relaciones interpersonales, falta de concentración, predisposición a accidentes laborales, aumento en los riesgos de depresión y ansiedad, comenta el médico Luis Guillermo Duque Ramírez, PhD en Neurociencias, especialista en Medicina del Sueño y docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia
La buena noticia, agrega, es que es posible mejorar la calidad y la cantidad de horas de sueño sin tener que recurrir a fármacos como los suplementos de melatonina.
¿Cómo? Mejorando la higiene en torno a él: tenga unos horarios fijos para acostarse y levantarse; no se acueste muy lleno ni con hambre; cene bien y repose al menos 1 hora y media; haga ejercicio lo más alejado posible de la hora de dormir y retire de su habitación todos los equipos electrónicos que se convierten en distractores.
Sabrá que no está durmiendo bien porque habrá algo evidente: dificultad para quedarse dormido. Si después de acostarse pasan 30 minutos, una hora o dos sin conciliar el sueño, hay ahí un indicativo de una alteración fisiológica, puntualiza Carolina Mejía, médica especialista en Terapias Alternativas y gerente médica del laboratorio Heel Colombia. “El periodo para entrar al sueño ‘superficial’ no debe ser mayor a 10 o 15 minutos”.
Así mismo, sabrá que hay inconvenientes con su descanso porque identificará que no hay una experiencia reparadora, que pese a dormir 6, 7 u 8 horas el despertar se da en condiciones de igual o mayor agotamiento al del día anterior.
Para esos casos la doctora brinda dos recomendaciones adicionales. La primera, procurar que las jornadas diurnas sean tranquilas, pues si hay estrés se elevan los niveles de cortisol, que podría interponerse en la producción de otras hormonas. “Haga ejercicio y acuda a técnicas no farmacológicas para encontrar tranquilidad, por ejemplo el yoga o la meditación”, dice.
Así mismo, invita a establecer un ritual previo al momento de ir a dormir: apagar los inductores de luz, televisores, celulares y desarrollar un rutina que puede ir desde ponerse el pijama, lavarse los dientes y respirar profundo dos o tres veces, así cada noche. Si ninguna de estas técnicas le funciona, lo mejor es que busque atención profesional y no consuma fármacos sin prescripción