Hay personas a las que les pasa como a Janeth Gómez, paisa de 55 años, hija de un par de viejos de Frontino, Antioquia, y con 11 hermanos: dejó de estudiar muy joven y al retomarlo veinte años después creyó que ya no aprendería igual, que le costaría. Tenía miedo.
En su juventud no terminó el bachillerato, pero logró recibir su diploma a los 41 años, graduada de un instituto de validación de los estudios secundarios en el Centro de Medellín.
En su caso, sentía que estaba oxidada pues había dejado de trabajar para acompañar en la niñez a sus dos hijas, pero vio que era necesario regresar a las aulas, en tanto se separaba de quien dependía económicamente.
Así que terminó el bachillerato porque lo requería para conseguir un empleo en ventas, lo que le gusta todavía. Hoy es vendedora en supermercados de barrios de Robledo y se goza el trabajo porque, como ella dice, puede hablar con gente y todos sus días son diferentes.
Según el Perfil Demográfico 2016-2020, el 30 % de la población de la ciudad tiene más de 55 años, como pasa con Janeth, y algunas de estas personas caen en la trampa de pensar que estudiar será muy diferente como adulto que cuando niño. Nada que ver.
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Volver a la escuela
El aprendizaje está conectado con las emociones, afirman neurocientíficos como David Pineda, profesor del doctorado en Psicología la Universidad San Buenaventura y del de Ciencias Básicas Biomédicas de la de Antioquia. Por esto el cerebro debe estar motivado.
Friedrich Wilkening, docente del Instituto para el desarrollo de la Universidad de Zurich, ha sugerido, a partir de sus experimentos en psicología, que la comprensión del mundo que poseen los adultos es con frecuencia tan fragmentaria como la de los niños. “Pero los objetivos del aprendizaje, según la edad del ser humano, son muy distintos; las prioridades, intereses y disposición al aprendizaje cambian a medida que avanzamos en edad”, escribió en uno de sus estudios publicados en 1999.
Así que, expertos de Oxford en aprendizaje en personas mayores aseguran en su portal web que sí hay algunas áreas en las que si aprende como adulto nunca será sobresaliente. Por ejemplo, si comienza a dedicarse a los 20 años, es poco probable que se convierta en un bailarín de primera clase, pero no debería permitir que esto le impida tomar clases de ballet en absoluto. Después de todo, aunque es perfectamente posible llegar a ser un corredor de nivel élite en sus 20 o incluso 30 años, aunque no haya hecho ese tipo de ejercicio antes, ese no es el objetivo que la mayoría de las personas tiene en mente cuando trota por la mañana. Entonces, ¿por qué desanimarse?
Alguien mayor puede descartar aprender algunas cosas por completo (la pronunciación de un idioma como un hablante nativo suele ser algo que se piensa no se puede hacer una vez pasaron los 30), o suponer que algunas cosas deben revisarse cuando niños y otras como adultos. Ciertamente, para algunos temas es verdad, nadie recomendaría enseñar a manejar un carro a un niño de cinco años, pero esa es una rara excepción. La barrera más grande puede ser una suposición de su parte.
Según Laura Restrepo Vélez, psicóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana, “el problema es que de adultos creemos que debemos dejar de jugar, pero investigaciones de la ciencia de la felicidad de la Universidad de Berkeley en California han encontrado que recuperar el papel del juego ayuda a disminuir los síntomas de ansiedad, depresión y aumenta la percepción de felicidad”.
Y, como ha encontrado Wilkening, la forma en que se aprende no cambia significativamente cuando se es mayor.
Es posible que se sienta inclinado a dejar de usar métodos de aprendizaje “infantiles”, como mnemónicos, canciones y coloridas tarjetas, y pruebe enfoques que sean más adultos (y, por lo general, menos divertidos). De hecho, estas técnicas funcionan igual de bien a cualquier edad.
María Victoria Manjarrés, de Saberes de vida de la Universidad Eafit, asegura que la idea de que adultos y niños aprenden de manera diferente ha dañado la educación de ambos grupos, y reitera que en general, todos lo hacen mejor con contenido atractivo y a través de una aplicación frecuente del conocimiento que fomente la asimilación.
En el caso de este programa en el que hay 600 estudiantes de más de 50 años, Manjarrés dice que “allí van por el placer intelectual, lo que hace que muchos potencien sus habilidades y experiencias con nuevos conocimientos”.
Las motivaciones en las diferentes etapas de la vida son diversas. Algunos aprenden para ser útiles a la sociedad, otros por placer, unos más por simple curiosidad, motivados por una necesidad o por todas estas razones a la vez.
Beatriz Helena Peláez, líder del programa La casa de la Felicidad de la Universidad Pontificia Bolivariana, asegura que el compromiso es una parte importante del aprendizaje y los humanos aprenden mejor cuando están intrínsecamente motivados. “Nuestro nombre no hace referencia a un lugar físico sino al cultivo de la casa; queremos cultivar sabiduría, muchos a estas edades buscan saborear la vida de nuevo”.
La ciudad presenta una oferta cultural y académica cada vez más amplia para los mayores de 60 años que ya representan el 16 % de la población. Explore los recuadros y atrévase a activar esa mente de nuevo con Medellín como escuela. Lo recomiendan los expertos en el cerebro que saben que mantener la mente activa es incluso saludable .
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