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A Manantiales llegaron Ángeles de Medellín a ayudarlos en su tragedia

Tras siete días de su tragedia, solo llega solidaridad. Las soluciones de fondo no aparecen.

  • Marcos Kasseman es al gran protector de la comunidad del barrio Manantiales. FOTO henry agudelo
    Marcos Kasseman es al gran protector de la comunidad del barrio Manantiales. FOTO henry agudelo
02 de marzo de 2015
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La suerte de Flor María Caro y su familia está hoy más en el limbo que nunca, pues a pesar de que ya hace siete días que su casa ardió en llamas y ella y sus dos hijas y dos sobrinas quedaron en la calle, aún no reciben la ayuda esperada: la promesa de que les construirán una casa.

Incluso con la vivienda en pie vivían dificultades: “Nosotros sufrimos desplazamiento intraurbano y por eso llegamos acá”, al barrio Manantiales, de Bello, una zona de invasión donde empezaron a confluir, hace cinco años, desplazados de todo Antioquia.

Ella prefiere no decir de dónde huyeron. Pero ya está sin casa, asilada donde otras familiares y sumida en la total incertidumbre. Mientras recibe unas ayudas que le da la Fundación Ángeles de Medellín, parece querer llorar. Pero la efervescencia del momento no se lo permite, pues ya le llegó el turno de recibir las ayudas, básicamente un mercado y otro paquete con ropa, zapatos y elementos de hogar.

“Este hombre yo no lo conocía, pero es un ángel de Dios”, repite mientras otras vecinas le dicen quién es.

Es un hombre blanco, de 1,75 de estatura y unos 48 años que llegó hace nueve años al barrio, donde instaló su sueño de ayudar a los que vio más necesitados para adelantar su obra social, la que llamó Ángeles de Medellín.

Se llama Marcos Kasseman, nacido en Estados Unidos, que con diez años en Colombia habla un español aún incipiente, pero de tanto estar allí, en esa zona deprimida y poco atendida por las autoridades, aprendió a adivinar en los rostros el dolor y el sufrimiento de la gente, que no necesita hablar para expresar las angustias.

“Es una persona que se nos apareció y lo único que ha hecho es servirnos y ayudarnos”, asegura Johanna Granda, una líder del barrio que apoya a los damnificados del incendio.

La red de Ángeles

Marcos se ve feliz donando cosas. Mientras carga los niños, las madres lo abrazan y todos le dan las gracias.

“Llevo nueve años trabajando en esta comunidad y con amigos de todo el mundo he conseguido ayudas”, dice. Estas se repartieron el sábado, pero la actividad de Ángeles es intensa allí todo el tiempo.

Susanna Salo, ciudadana holandesa y quien es su mano derecha, explica que para la población de esta zona tienen clases de inglés, de tecnología y programas para las mujeres.

“Esta gente es mi vida”, dice Marcos y Susana sonríe. Ninguno de los dos lanza un reproche contra el Estado colombiano por tener tan descuidada esta comunidad.

Los miércoles, la fundación atiende a los adultos y los niños con alimentación. En diciembre hay regalos y fiesta. Si la Alcaldía de Bello, como dicen, no los atiende, la solidaridad ha jugado su papel para que no se sientan solos.

“Tenemos energía de EPM, pero el agua y el alcantarillado lo pusimos nosotros, la Alcaldía no invierte que porque somos invasores, pero nosotros no tenemos la culpa”, aclara Antonio Murillo, presidente la Junta de Acción Comunal.

En la JAC se recogen ayudas y se prepara el almuerzo comunitario para las 23 familias damnificadas del incendio. Pero habrá que dar el paso siguiente que no puede ser con caridad: la solución a los problemas de vivienda, que sí le corresponde al Estado.

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