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Antioquia rescata más de 3.000 toneladas de comida al año

Medellín, con sus dos bancos de alimentos, es referente en la lucha contra el hambre en el país

  • El Banco Arquidiocesano, con apoyo de 1.000 empleados, aliados y voluntarios, impactó a casi un millón de beneficiarios. FOTO jaime pérez
    El Banco Arquidiocesano, con apoyo de 1.000 empleados, aliados y voluntarios, impactó a casi un millón de beneficiarios. FOTO jaime pérez
  • Antioquia rescata más de 3.000 toneladas de comida al año
29 de enero de 2022
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Cada semana 21 vehículos recorren el departamento buscando comida. Viajan, por ejemplo, al Norte de Antioquia. Allí recogen cientos de toneladas de frutas y vegetales que luego trasladan a centros de acopio donde hacen almacenamiento, selección y clasificación de los productos. Luego la reempacan, la almacenan en frío y emprenden otros recorridos para llevarla hasta las familias en barrios y zonas rurales.

Casi 2.000 personas hacen posible este engranaje que convierte a Medellín y el departamento en referente del país –y hasta en el exterior– en la lucha contra el hambre, la pérdida y desperdicio de alimento.

La capital antioqueña es la única en el país con dos bancos de alimentos, que les abrieron las puertas a los otros 22 que nacieron después y hoy conforman la Asociación Colombiana de Bancos de Alimentos –Abaco–, una red de 4.098 organizaciones que le hace frente a una realidad intolerable: la inseguridad alimentaria que afecta al 54,2% de los colombianos, mientras en el país se tiran a la basura 9,7 millones de toneladas de comida anuales.

El Banco Arquidiocesano nació una madrugada de octubre en 1999. Un grupo de sacerdotes y voluntarios salieron a la calle a las 2 de la mañana en busca de donaciones para alimentar a personas necesitadas. Terminaron la jornada con una canasta de manzanas, narra Javier Restrepo, hoy director del Banco.

En esa misma época Silva Llano y su esposo Pedro Nel Giraldo recorrían cuanto lugar pudieran rescatando comida. Así nació la Fundación Saciar. Hoy, las alianzas con empresas, organizaciones, agricultores, voluntarios y profesionales, ambos bancos le muestran a Abaco el camino a seguir en el difícil trecho para erradicar el hambre en el país, tal como lo reconoce el director de la Asociación, Juan Carlos Buitrago.

Fue Saciar, por ejemplo, la que mostró que era posible crear una estrategia que permitiera recuperar, al menos, una fracción de la producción agrícola que se pierde todos los días en fincas y llevarlos al plato de niños y familias enteras.

A través de Reagro, el programa de recuperación de excedentes agrícolas, Saciar rescató en 2020, 3.000 toneladas de productos en el campo, el 21% de todas las frutas y verduras rescatadas en el país. El año pasado el Banco Arquidiocesano hizo lo propio con 200 toneladas.

Para dimensionar el valor que tiene esta cantidad de comida recuperada, Buitrago ilustra que las 6,2 millones de toneladas de frutas y verduras que se pierden al año en Colombia podrían brindarle a 32 millones de personas raciones de 400 gramos diarios, lo que recomienda la OMS.

Según Buitrago, antioqueño de nacimiento, una vez se radicó fuera del departamento comprendió que detrás del éxito del programa en Antioquia había algo cultural y único: “hay un sentido de la solidaridad y la hospitalidad profundamente arraigados. Eso hizo que los agricultores marcaran una relación de confianza con nosotros al punto de costumbres muy marcadas en su labor como descartar productos, y en lugar de eso llamarnos y convencer a más productores a sumarse. Así es que Reagro se convirtió en ejemplo internacional”, cuenta.

Bancos de Centroamérica y México vienen además a conocer estrategias como los Templos Comedores de Saciar, en los que la comida se convierte en un vehículo para llevar atención psicosocial a comunidades vulnerables. “No es solo dar comida, es intentar cambiar realidades”, dice Ana Marcelina Hernández, integrante de Saciar.

Javier Restrepo, director del Banco Arquidiocesano, también coincide en que hay un propósito superior en su labor: la protección del medio ambiente, al evitar que miles de toneladas de alimento terminen en los rellenos sanitarios; ser el eje articulador de empresas y organizaciones y, sobre todo, ser agentes de cambio de una problemática que hoy más que nunca está presente en la realidad del país: la inseguridad alimentaria.

Ana sostiene que durante años creyeron que debían regirse por la frase bíblica de Mateo: “que tu mano izquierda no sepa que hace tu derecha”. Pero entendieron que, más que una labor de caridad, su esfuerzo es fundamental para acercarse a un objetivo de desarrollo sostenible crucial: el hambre cero, que a su vez repercute en indicadores económicos y sociales de la nación como el PIB.

Por eso hoy claman por más aliados y muestran con hechos, dicen Javier y Ana, que el hambre deja de ser paisaje cuando cada quien se arremanga y hace algo al respecto.

LA LUCHA CONTRA EL HAMBRE EN ANTIOQUIA

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