En la vereda La Clara, en el Alto de San Miguel, una reserva forestal de 1.622 hectáreas donde nace el río Medellín, se realizó ayer domingo uno de los tradicionales paseos de olla del Puente de Reyes, el cual muchos aprovecharon para despedir las vacaciones y recargar energías para iniciar la temporada laboral o educativa de 2022.
Para fortuna de los paseantes, el día fue soleado y esta riqueza natural, que contiene el 16 % de la biodiversidad de Colombia, exhibió todo su esplendor para que los asistentes gozaran de un baño fresco en las aguas del río, que allí bajan cristalinas entre las montañas, con su exuberante naturaleza de árboles gigantes, arbustos y diversas especies de aves y mariposas, que son los ejemplares de fauna más visibles a los ojos de todos en las horas diurnas.
Con controles de ingreso al lugar, para evitar que a la zona de los balnearios naturales ingresaran vehículos, personas sin carnet de vacunación o sin tapabocas, hacia el mediodía ya el lugar superaba los dos mil visitantes, que armaron carpas, hicieron sancochos y asados y disfrutaron el espacio natural.
En la vereda La Clara, en el Alto de San Miguel, una reserva forestal de 1.622 hectáreas donde nace el río Medellín, se realizó ayer domingo uno de los tradicionales paseos de olla del Puente de Reyes, el cual muchos aprovecharon para despedir las vacaciones y recargar energías para iniciar la temporada laboral o educativa de 2022.
Para fortuna de los paseantes, el día fue soleado y esta riqueza natural, que contiene el 16 % de la biodiversidad de Colombia, exhibió todo su esplendor para que los asistentes gozaran de un baño fresco en las aguas del río, que allí bajan cristalinas entre las montañas, con su exuberante naturaleza de árboles gigantes, arbustos y diversas especies de aves y mariposas, que son los ejemplares de fauna más visibles a los ojos de todos en las horas diurnas.
Con controles de ingreso al lugar, para evitar que a la zona de los balnearios naturales ingresaran vehículos, personas sin carnet de vacunación o sin tapabocas, hacia el mediodía ya el lugar superaba los dos mil visitantes, quienes armaron carpas, hicieron sancochos y asados y disfrutaron el espacio natural.
En familia
Una particularidad que afloró fue que la mayoría de asistentes eran grupos familiares o vecindades que madrugaron a buscar el sitio ideal para instalar sus carpas y sus espacios para poner las ollas con los populares sancochos trifásicos, llamados así por llevar carnes de res, cerdo y gallina.
Así lo hicieron los 25 integrantes de la familia Vélez Molina, que desde las 7:30 a.m. ya estaban ubicados alistando su fiesta. “Nuestros padres, Óscar Vélez y Elvira Molina, cumplieron 52 años de casados en noviembre y les guardamos este paseo para celebrar, a ellos les gusta la naturaleza y están felices”, dijo Jorge Vélez, uno de los hijos. Óscar, su hermano, se encargó de difundir el mensaje ambiental a través de carteles que instaló en postes y árboles, que decían frases como ‘la basura es tuya, no mía, no la dejes acá’.
“Es que este lugar invita al respeto y el amor por lo natural, es de lo poco que nos queda y hay que valorarlo”, dijo.
Con controles de parte del Área Metropolitana, Corantioquia y la alcaldía de Caldas, que son los responsables de proteger la reserva, la jornada fue de risas, abrazos, música y mucho compartir en grupo.
La familia Henao Loaiza, por ejemplo, armó siete carpas desde el pasado jueves y allí estuvo hasta ayer, cuando despidió la temporada navideña. “Somos del barrio Andalucía y hace varios años hacemos lo mismo, nos encanta este lugar y nos acompañaron varios vecinos”, narró Carlos Henao. Agregó que en los cuatro días experimentaron aguaceros, calores y hasta una granizada, lo que no les impidió gozar, “porque de eso se trata acampar, vivir la naturaleza”.
En el corredor del afluente y sus alrededores no faltaron autoridades de tránsito, policías y soldados cuidando que todo marchara con seguridad y tranquilidad para los paseantes. Muchos llegaron en cicla y los demás debían dejar los vehículos y motos a la entrada y caminar por la vereda.
Allí habitan unas 830 personas que aprovechan lo turístico del lugar para montar negocios y atender a los visitantes. Así lo testimonió Argemiro Murillo, que habita La Clara hace 25 años. “Yo trabajo sacando material del río, pero en esta época nos ayudamos con ventas de comida y mejoramos los ingresos. Este lugar es maravilloso y hemos logrado que los que vienen a pasear lo respeten y no dejen basura ni corten los árboles”, expresó.
El alcalde de Caldas, Mauricio Cano, insistió en que estos días han ayudado a la reactivación económica de las familias, muchas de las cuales tienen restaurantes, parqueaderos y otros servicios para los turistas. “Nuestro enfoque ha sido de prevención, para evitar daños ambientales y que la gente se cuide del virus, tomamos medidas especiales”, dijo.
El Alto de San Miguel fue declarado reserva forestal protectora por las autoridades ambientales en junio de 2016. Es un pequeño paraíso en una pacífica vereda de Caldas. El río por allí baja claro, manso y fresco, lo que aprovecha cada año Julio Morales para llegar desde Bello con su esposa, Ángela Giraldo, y hacer lo que más le gusta y le sorprende: “darme el chapuzón en el río, porque parece increíble que por acá sea tan limpio y en un paisaje tan bonito, es lo mejor que hemos hecho en esta temporada”, comentó. Al fondo, las más de 1.600 hectáreas que disfrutó en su despedida de las vacaciones