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El Oriente antioqueño pasa una época de vacas flacas por cuenta del cese de operaciones de Viva Air y Ultra. Aunque la primera bajó cortinas en febrero y la segunda en marzo, el consolidado de abril y de lo que va de mayo ha evidenciado que la caída en varios renglones ha sido del 50%. El aeropuerto José María Córdova registró una reducción de más de 200.000 pasajeros en abril. Y esta baja, como una bola de nieve, tiene en apuros a comerciantes, operadores turísticos y empresas de transporte.
El primero en compartir la radiografía es el gerente del aeropuerto de Rionegro, Javier Andrés Benítez. Dice el directivo que los pasajeros en vuelos nacionales llegaron a 670.000 el mes pasado (21% por debajo de la misma fecha en 2022). En cuanto a vuelos internacionales, la baja fue menor en el mismo lapso, con el movimiento de 214.000 pasajeros (4% menos). “La operación se ha ido normalizando, pero aún falta mucho. Los pasajeros que teníamos proyectados este año no se van a alcanzar”.
Afirma el gerente que entre diciembre y febrero se podrían recuperar los pasajeros perdidos, porque el aeropuerto, aunque siga creciendo, no crecerá a la misma velocidad por cuenta del cierre de las dos aerolíneas de bajo costo. El balance que comparte, pese a la caída considerable de pasajeros, no es alarmante. La caída en el presupuesto de la terminal, administrada por Airplan, es solo del 3%.
“Las mayores afectaciones se registran en el frente de los ingresos regulados, unas tarifas que pone el Gobierno a través de las tasas aeroportuarias. Es decir, lo que paga el pasajero por el uso de la infraestructura del aeropuerto, en eso sí nos hemos visto muy afectados”, dice el gerente.
Benítez comparte las cifras gruesas del coletazo por el cierre de Viva y Ultra, pero son los comerciantes que operan al interior y fuera de la terminal quienes reseñan el viacrucis. Cuenta Jhon Víctor Vargas, comerciante que lleva 39 años en el aeropuerto con una cafetería, que el golpe ha sido tremendo. No superior a la baja de pasajeros que tuvo lugar en los 80, cuando en Medellín arreciaban las bombas y la gente dejó de venir, pero sí muy cercano.
“Yo ni miro la actualización de pasajeros en la página de Airplan porque me estreso más. Las ventas han caído un 40%. Y eso que nuestra cafetería queda en las llegadas internacionales y tenemos como clientela a buena parte de la comunidad aeroportuaria”, afirma Vargas.
Aunque no comparte números precisos, dice que las ventas pasaron de $1 millón a $600.000. La ecuación la usa para los ingresos diarios y mensuales. Su negocio, de bebidas y cafetería, está especializado en la “línea amarilla” o en lo que su generación llama “sancocho de vitrina”: empanadas, productos de panadería, procesados.
“Los dulces, regalitos, detalles típicos para llevar de recuerdo, entre esos los chocolates, han dejado de salir mucho. Ya no hay tanto pasajero nacional. Cuando los conductores llegan al negocio comentan la situación: ‘Hombre, yo antes hacía tres viajes dobles diarios; ahora solo hago uno, máximo dos’. Mejor dicho: este ha sido uno de los tiempos más duros comercialmente”, dice el comerciante.
La opción para este comerciante veterano ha sido reevaluar la operación de su negocio: recortar turnos, pagar menos horas y hacer, por su cuenta, más presencia. Pero a otros negocios, menos asequibles, ubicados en las salas de espera, dice que les ha ido peor. Cuentan en la terminal que algunos comercios que prestaban servicio las 24 horas, ahora cierran a las 10 de la noche a más tardar.
La versión la confirma Iván Agudelo, gerente de TaxiVan, empresa transportadora que hace carreras al aeropuerto. Dice Agudelo que el impacto ha sido del 50%. La mitad de la flota está parada. Son 87 vehículos en total: 27 de servicios especiales (busetas) y 60 “raya azul” (taxis). De estos, en palabras del gerente, hay 30 parados. “Estamos como cuando salimos de la pandemia”.
Coincide con Vargas porque, en sus 26 años en la empresa, esta ha sido una de las temporadas más complejas. De hecho, ya tuvo que hacer recortes. La nómina estaba integrada por 160 trabajadores y ahora tiene 110: el recorte se llevó personal administrativo, logístico y conductores. “Viva y Ultra movían mucha gente, como 40 vuelos diarios. Pero si no hay gente, no hay trabajo. Estamos perjudicados. ¿Y la tarifa? Igual, a $98.000, no podemos subirla”.
Destinos y operadores turísticos también registran afectaciones en la zona, pero aún no hay cifras consolidadas. Consultamos a la Cámara de Comercio del Oriente y desde allí indicaron que aún no se adelanta ninguna medición para evaluar el coletazo. Este, sin embargo, no tendrá mayor impacto en la necesidad —urgente— de ampliación del aeropuerto, concluye Benítez.
Periodista y politólogo en formación. Aprendo a escribir y, a veces, hablo sobre política.