Lola Vélez murió en 2005, a los 80 años. En Bello dejó su casa: muros de tapia, tejas de barro, un patio interior con frutales. Sobre las paredes de la casona, dos murales grabados que reflejan las técnicas que aprendió en México, de la mano de Diego Rivera, y algunos visos de su otro maestro, Pedro Nel Gómez. Pero la morada, tras la muerte de la artista, comenzó un proceso de deterioro, cual cuerpo que enferma: el techo cedió, asediado por la vegetación; las paredes, otrora infranqueables, se vencieron ante las oquedades. Fue una agonía larga, de años, que terminó el domingo 19 de diciembre. Ese día, la casa cayó y se derrumbó para siempre.
Fue el final de una disputa de casi cuatro años. El actual propietario de la casa se la compró a los herederos de la pintora, en 2016. No le avisaron de los murales, tampoco de su valor histórico o patrimonial. Entonces, en diciembre de 2017, recibió el permiso de la Curaduría Primera de Bello para tumbar la casa y construir un edificio.
Ante el permiso de la Curaduría, un grupo de ciudadanos impuso una acción de tutela, alegando que la casa debía ser Bien de Interés Cultural y que el Municipio debía conservarla. El 4 de febrero de 2020, el Juzgado 5 Administrativo del Circuito de Medellín les dio la razón a los ciudadanos y ordenó al propietario, Juan José Peláez, a hacerse cargo de la morada y arreglarla para que no se fuera a caer. Ante la posición del tribunal, de manera simultánea, el propietario y el Municipio apelaron. Ambas partes alegaban que la casa nunca había sido declarada Bien de Interés Cultural por el Concejo.
El fallo en segunda instancia tardó 17 meses. En ese tiempo, las paredes se desconcharon, los aleros que sostenían el techo se los robaron; el 16 de noviembre de 2020, a la vista de todos, un pedazo del techo se vino abajo, presagiando la muerte definitiva.
Nada que hacer
Mientras el fallo no se resolvía, el Municipio no tenía elementos jurídicos para intervenir la casa. “Nunca fue declarada Bien de Interés ni quedó consignada dentro del POT. Al final se terminó cayendo, pero nosotros estábamos imposibilitados jurídicamente para hacer algo”, explica Rosa Santa, profesional de la Secretaría Jurídica de Bello.
En diciembre del año pasado, el secretario del Interior de Bello, Juan David Arango, dijo que estaban negociando la casa con el dueño para conservarla. “La idea es permutar la vivienda, es decir, el municipio le ofrece un bien al actual propietario y él nos la entrega. Queremos hacer allí un museo abierto para honrar la obra de Lola Vélez”, argumentó el funcionario en su momento. Pero el negocio nunca se concretó.
Peláez, el dueño del inmueble, dice que sí hubo interés por parte de la alcaldía para llegar a un negocio, pero que no pudo hacerse antes de que saliera el fallo en segunda instancia. “No podían comprarla porque, si el fallo decía que sí era Bien de Interés, la casa costaba 40 % menos. Es decir, si pagaban el valor comercial, se arriesgaban a caer en un detrimento patrimonial”, expresa el propietario.
El fallo salió el 14 de septiembre. El Juzgado Quinto Administrativo Oral del Circuito Medellín revocó la decisión de primera instancia. La casa podía demolerse. Ante la demora del fallo, ya estaba tan deteriorada, con el techo casi caído por completo, que no era negocio para nadie comprarla. Peláez sacó todos los permisos y la tumbó el 19 de diciembre.
Donde estuvo la casa de la artista, lugar en que vivió largos años, ahora solo hay tierra amarilla, tristemente apelmazada por las botas de unos cuantos obreros. El litigio de cuatro años terminó y con él el sueño de que la casa se convirtiera en un museo.
Los líos jurídicos, el desinterés de administraciones pasadas, la mezquindad en las negociaciones, impidieron la materialización del museo. Peláez sacó los murales de la casa, un piano de cola y unos álbumes familiares que allí permanecían. Para la casa-museo Pedro Nel Gómez se llevaron algunas de sus obras, donde ahora se exponen.
Ese es el único legado de la pintora bellanita, pues su casa tampoco pudo resistirse a la muerte