Desde la década de los 80, cuando la gente con más poder en la ciudad, comenzó a desplazarse hacia El Poblado, y con especial fuerza, desde la entrada en operación del Metro, el proceso de urbanización de Medellín y sus áreas vecinas ha alcanzado uno de los momentos más dinamizadores de su historia.
EL COLOMBIANO, en una serie de diez trabajos, con infografías, análisis, voces especializadas, dará cuenta de esa nueva ciudad que demanda mayores servicios públicos, colegios, universidades, vías, hospitales, zonas de recreo y comercio.
Arrancamos con El Poblado, una zona que mirada desde el occidente, denota la magnitud del crecimiento del sector más exclusivo de Medellín. Los colores ocre y blanco de los edificios, que ya rozan el borde de la cima de la montaña, cubren el verde de las 1.432 hectáreas de El Poblado.
Medellín, contrario a otras ciudades que concentran a los más pudientes en el norte, desarrolló este crecimiento en el sur, que se pobló, en las primeras décadas del siglo 20, con lujosas mansiones que se mezclaban con las fincas levantadas por los colonizadores de ese San Lorenzo de El Poblado, hace ya 400 años.
El proceso de crecimiento
Cuenta la historia que el primero de los 22 barrios que tiene hoy la comuna 14 fue el Lleras, en la década de los 40. Luego se formó Manila. Siguieron Provenza y Astorga que tomaron sus nombres de fincas que existieron en esos lugares.
El arquitecto, urbanista y catedrático universitario Juan Manuel Patiño dice que el furor de esa transformación de El Poblado se dio a partir de 1980 cuando la población con mayor poder adquisitivo inició un proceso migratorio del que hasta ese momento fue el territorio más privilegiado de la ciudad: el Centro.
“Del parque de Berrío se iban a San Benito, luego a Prado; después a Laureles y de ahí a El Poblado. Ahora la gente se va para Llanogrande”, asevera.
Para Patiño, el crecimiento urbano de El Poblado se ha dado porque las personas buscaban esa premisa de que las mejores condiciones de vida están al lado del campo.
“No fue un proceso de urbanización adecuado. El Poblado no tiene la concepción de barrio que normalmente ostentan los barrios de Medellín. No hay actividades de primer piso que permitan que el espacio público se dinamice, salvo las centralidades que, como el parque de El Poblado, se ha ido adecuando, porque han tenido esas condiciones de vecindario.
Es la percepción también de Elisa Sánchez, presidenta ejecutiva de Corpoblado, al señalar que el crecimiento desbordado no ha contemplado la suficiente infraestructura vial, al tiempo que se ha presentado destrucción medioambiental por el ímpetu urbanizador.
“Ahora el Plan de Desarrollo restringe esa urbanización incontrolada”, anota, en tanto destaca las bondades que tiene su la zona. “Hoy es la mejor de Medellín”, dice.
De la mano con la ciudad
La tendencia de crecimiento, pese a las restricciones, muestra un panorama desalentador, según Sergio Bustamante, experto en desarrollo territorial.
“Es un crecimiento explosivo, que se explica por la voracidad de los agentes inmobiliarios y la precariedad de la institucionalidad para controlar. Eso llega al límite por sustracción de materia y agotamiento del suelo disponible”, considera.
Pero no todo ese desarrollo urbanístico genera dificultades. Así lo relaciona Santiago Ochoa, vicepresidente de Aguas de EPM, quien recuerda que con la instalación de redes de acueducto se impactó el estado de las quebradas.
“El saneamiento al río Medellín ha permitido que surjan parques lineales como La Presidenta, donde se desarrollan actividades económicas y sociales antes impensadas, pues la quebrada olía mal. Sucedió también con el Parque comercial El Tesoro, atravesado por una quebrada que antes estaba en mal estado”, concluye .