Solo han pasado un poco más de 48 horas desde que Gilberto Celis, de 82 años, quedó atrapado con tres de sus familiares en una cabina del teleférico del corregimiento de Palmitas, y ya hace chistes con el tema.
No duda en decir que si le toca montarse de nuevo en el cable lo haría y, entre risas, pregunta dónde pueden reclamar la comida que se les quedó en la cabina.
Sin embargo, a medida que relata la historia comienza a temblarle la voz y hay un asomo de llanto en sus ojos. La valentía con la que resistió más de 11 horas atrapado, junto a su hijo Humberto Celis, la esposa de este, Gloria Ortiz y su nieta, Sofía; se desaparece por momentos ante la incredulidad que siente de saberse vivo y de reconocer que solo hoy le duelen sus rodillas, desgastadas por los años.
Un día del padre diferente
Gilberto ha habitado toda su vida en El Tambo, del corregimiento de San Sebastián de Palmitas y allí ha visto crecer a su familia. La casa, rodeada por cultivos de cebolla y rábano, siempre había sido el punto de encuentro para celebrar la presencia de su padre.
Su hijo Humberto Celis, uno de los que también quedó atrapado, había planeado una celebración diferente para el domingo. Luego de almorzar en un estadero, salieron a visitar a su otra hija, Lucy Celis. En ese desplazamiento ocurrió el susto más grande de sus vidas.
“Sentimos un ruido fuerte. Aún tengo la marca del golpe que me di cuando la cabina se movió”, contó Gilberto.
La ruptura de uno de los cables de acero entre las estaciones La Aldea y el Morrón, causó que la cabina en que viajaban quedara suspendida a 250 metros del suelo.
Lucy estaba atenta a la llegada de sus familiares. Cuando se enteró de la emergencia, deseó que no fueran los atrapados. “Salí para la estación y le pregunté al operador, pero no sabía mucho. Intenté llamar a mi hermano, pero de los nervios no lo logré y alguien más lo hizo. Confirmé que eran ellos los que estaban ahí colgando”, recordó.
Eran las 2:30 p.m. Dos horas más tarde llegó el helicóptero y Lucy creyó que la espera terminaría, pero no fue así.
Sergio Mira, el piloto del helicóptero de Brac -Grupo de Búsqueda y Rescate Aeronáutico de Colombia- que encabezó la operación, le contó a EL COLOMBIANO el pasado lunes, que esta debió realizarse con extremo cuidado para evitar cualquier riesgo. Si esa puerta se hubiera abierto, el desenlace habría sido fatal, advirtió.
“Inicialmente, se nos dijo que los rescatistas no podían agarrarse del cable, porque este no resistiría el peso, y por eso la primera llegada a la cabina fue con el rescatista prendido a una cuerda del helicóptero; ya más tarde nos confirmaron que el cable sí resistiría el peso y los socorristas pudieron aferrarse a él para llegar hasta ellos”, narró Mira.
Gilberto recuerda poco ese momento. Su hipertensión causó que perdiera el conocimiento por ratos y tiene en su mente imágenes de cuando su hijo intentó varias veces romper el vidrio de la cabina. También viene a su mente, el instante en los rescatistas les entregaron alimentos y agua.
Desde afuera, Lucy vivía una incertidumbre mayor. “Ver esa cabina cómo se movía de lado a lado y que el helicóptero se fuera, nos puso muy mal. La calma volvió cuando bajamos por la trocha y los recibimos, aunque a mi papá lo sacaron en camilla”.
La salida de las cuatro personas se dio en dos momentos a través de cables, por medio de los cuales bajaron primero a Gloria y a Sofía.
A las 2:30 de la mañana del lunes, el rescate culminó cuando Gilberto y su hijo tocaron tierra.