En el pueblo, considerado el más pequeño de Colombia, hacen los buñuelos más grandes del país y se degustan prominentes chorizos. Allí, en Sabaneta, también están los edificios más altos de Antioquia.
Torres de hasta 40 pisos, que como invasores de nuevos tiempos, se tomaron en los últimos 15 años las montañas que impregnaban de naturaleza la población del sur del Valle de Aburrá, la de las fondas, las de cientos de creyentes que los martes ruegan a María Auxiliadora por sus necesidades.
Sabaneta parece no resistir más. Su administración perdió la cuenta de la cantidad de urbanizaciones que yacen en sus 15 kilómetros cuadrados, un área 554 veces más pequeña que el barrio Belén de Medellín.
La habitan 50.000 personas —aunque un subregistro habla de 70.000—y otras 50.000 se asentarán durante los próximos tres años.
Todos, los 120.000 habitantes que tendrá esa población, que dejó de ser corregimiento de Envigado apenas en 1991, están movidos por el mismo sueño. Cerros, zonas verdes y vivienda de calidad.
A Jaime Correa esos anhelos, que creyó haber cumplido, se le transformaron en pesadilla. Construyó la casa ideal en el sector Aves María, pero al cabo de cinco años el caos vial, el ruido y las dificultades en el servicio de acueducto terminaron por frustrar sus planes familiares.
Corregir errores del pasado
No importa esa realidad que a muchos aterra. Sabaneta, con vestigios de aquel pueblo tradicional, sigue tan seductora y atractiva para turistas de todo el mundo. Alguien se atrevió a considerarla la San Francisco (California) de Colombia.
Rafael Restrepo, secretario de Planeación local, lidera un plan para ponerles freno a esos males, tormento de miles de personas. Promete revisar licencias y exigir a urbanizadores el cumplimiento de las normas. “Hemos encontrado en la normatividad aspectos tan particulares como que la altura para la construcción de edificios es ilimitada. Por eso, se tienen torres que superan la de El Coltejer”, indica.
“Fuimos un municipio verde, ahora somos color ladrillo”, comenta el funciario.
Para Restrepo, si bien esas estructuras, en su mayoría, son bonitas y con buena ingeniería impactan la cultura pueblerina, “porque tenemos todavía un desarrollo vial de pueblo: calles estrechas y andenes pequeños, a excepción de la Regional y Las Vegas. Pero la red vial es la de toda la vida aunque hay nuevas como Aves María”.
Lo que queda
De la naturaleza aún se disfruta El Romeral que aunque sigue siendo una ruta para caminantes, muchos la cuetional. Así piensa el sociólogo, José Roberto Álvarez, enamorado de su pueblo y crítico por un modelo de crecimiento que considera inapropiado.
“No fue una práctica organizada, sino una explotación inmobiliaria sin contemplación con las condiciones naturales del contexto”.
Álvarez recuerda el pueblo en el que todos se conocían. El de casonas y fincas. El alejado del caos de la urbe. Con todo y los males que surgen por su crecimiento desbordado, Sabaneta sigue siendo una tierra apetecida y disfrutada por habitantes y personas que llegan de cada rincón de Colombia a dar gracias a María Auxiliadora o a establecerse allí.