El robot sin nombre, pero con sonrisa de marcador rojo, nació de las manos de dos niños de cinco años. Uno de ellos convirtió las tapas de plástico en pies y el otro hizo un torso redondo de un pedazo de cartón. Los hilos de lana fueron los botones, los engranajes o los cables que le saltaban de la cabeza como si fueran cabello turquesa.
En el cuarto de paredes amarillas, naranjas y moradas— que en realidad son muros acolchados— todos los objetos son, para los niños, el principio de otra cosa: las lentejuelas son estrellas, los palitos de madera son las velas de un barco, un vaso es un casco de astronauta. En el centro del salón, una inquietud los interpela: ¿Qué te hace feliz?
Así, las paredes de colores hacen las veces de una bitácora: “Cuando construyo un robot me siento feliz porque caminan solos”, escribió Jerónimo Valencia de seis años. “Me hace feliz que mi mamá me preste el celular”, apunta Nicolás Bustamante de cinco años. Otros, en cambio, encuentran esa chispa fuera de casa: “Me hacen feliz las mariquitas”, anotó Nahomy Tangarife de cuatro años o “me gusta que mi papá me lleve al parque”, dice Joselín Arroyave.
En la undécima edición del Festival Buen Comienzo, que tiene lugar en Plaza Mayor y que va hasta mañana, 17.000 metros cuadrados en cuatro pabellones tienen como propósito ser una fiesta para que los niños puedan explorar su imaginación a través de experiencias y juegos.
Es la “revolución creativa” y por eso el Pabellón azul está dedicado a la pregunta “¿Qué podemos inventar?”, con actividades como ¿Qué quieres crear?. Allí una caja llena de fichas y bloques de varios tamaños se vuelven insumos para construir edificios, barcos, androides, carros, motocicletas...
Sorany Quiroz Duque llegó ayer a Plaza Mayor desde el barrio Limonar 1 del corregimiento San Antonio de Prado. Visitó el Festival Buen Comienzo junto a su hija Cataleya de cuatro años, quien estaba impresionada con los colores de los pabellones.
Robots parlantes y emisoras
Lonas para saltar, toboganes, engranajes que hacen las veces de asientos giratorios, palancas, areneros... Los niños corren en grupos por las diferentes estaciones, abrazan en el camino a Felicibot, el robot parlante.
En el Pabellón amarillo las actividades están enfocadas en la pregunta “¿Qué cambiamos de la ciudad?. Lina Sabas, profesora de preescolar, visitó el evento con 10 estudiantes del colegio Presbítero Carlos Alberto Calderón del corregimiento de San Cristóbal, vereda El Llano.
“Están felices y es muy chévere porque tengo niños que no son de Colombia y que no conocían el proyecto”, dijo.
En el Pabellón blanco experiencias como “Hilos de Colores” abordan con los niños temas como la equidad de género y los estereotipos. Por ejemplo, que tanto los niños como las niñas pueden usar colores como el rosa, que no es cierto que el azul es solo para los varones.
—Juanjo, ¿qué quieres ser cuando crezcas?— le pregunta un locutor a un pequeño de cinco años. Están creando un programa de variedades como parte de la actividad ¿Quién quiere jugar a la radio? de la Corporación Educativa y Cultural Simón Bolívar.
—Una estrella— contesta.
—¿Como las del cielo?—
—No, como un cantante famoso— precisa el niño.
En el Pabellón verde (orientado por la pregunta “¿Cómo cuidamos el planeta?”), los visitantes encuentran los libros ilustrados del Centro de Documentación Buen Comienzo, talleres sobre la naturaleza y la fauna silvestre. También un laberinto en donde aprenden a reciclar.
Hoy, a las 9:30 a.m., el Comité Privado de Atención a la Niñez (PAN) tendrá un musical para la familia como parte de las muestras artísticas.
A las 5:30 p.m. habrá, además, un tributo a la banda Queen. Los organizadores del Festival recordaron que el evento es gratuito y que el objetivo es superar la cifra de asistencia del año pasado, (un total de 111.000 personas).
—Vengo yo solo con mi hija— pregunta uno de los asistentes— ¿Qué es lo que debo hacer?
—Nada —dice Felicibot, el robot —únicamente tienen que divertirse .