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Deducir, a través del estudio del suelo, qué tipo de comunidades habitaron hace más de 2.000 años el Valle de Aburrá y cuál era el uso que le daban al territorio, fue lo que realizó un grupo de investigadores de la Corporación Sipah y la Universidad Nacional, sede Medellín, en La Holanda, en Sabaneta.
En el sector conocido como Monte Azul, un grupo interdisciplinario liderado por Andrés Godoy, antropólogo y arqueólogo de la Universidad de Antioquia y magíster en Medio Ambiente y Desarrollo de la Nacional, se aventuró a excavar, entre 2016 y 2017, una zona en la que aparentemente, se asentó una comunidad indígena mucho antes de la colonización española en el departamento.
Godoy indicó que en una exploración inicial o prospección, hallaron evidencias de que en una de las laderas hubo manipulación humana de las condiciones naturales del suelo para cultivar, algo que hasta ahora no se había comprobado.
“Le dimos mayor prioridad al estudio del suelo porque para la arqueología y muchas otras áreas de la ciencia, el suelo es como un archivador que contiene muchísima información. Lo que buscamos en él fueron esos indicadores que demostraran la actividad humana del pasado”, explicó.
Con pruebas de carbono 14, análisis fisicoquímicos y una reconstrucción paleoambiental del momento de la ocupación, los investigadores identificaron fitolitos (restos biomineralizados de origen vegetal) en el suelo similares a los del maíz y otras plantas de su especie.
“No podemos identificar exactamente qué cultivaban, pero los fitolitos que encontramos también están en plantas como maíz, ají, papa y calabaza”, agregó Godoy.
Para poder cultivar estos productos, los pobladores de este lugar habrían modificado la topografía de 16 metros de la ladera creando unas pequeñas terrazas donde adecuaron los suelos con arado y mezclas con materia orgánica, para mejorarlos y hacerlos fértiles.
“Los suelos más fértiles en el Valle de Aburrá estaban en las zonas planas cerca al río Medellín, pero los suelos en las laderas o en las montañas solían ser menos fértiles. Lo que estas personas hicieron con su conocimiento ancestral fue transformar el suelo para poder cultivar ahí”, comentó el investigador.
De acuerdo con estas evidencias, los investigadores plantearon la hipótesis de que en la cima de esta ladera hubo una vivienda.
“Comprobamos esa hipótesis al hallar las huellas, o negativos, de los postes de una estructura que hubo allí y que los indígenas habrían levantado con materiales como la madera”, sostuvo Godoy.
De ahí también se dedujo la teoría de que los pobladores transformaron el suelo para cultivar cerca de su vivienda.
En ese lugar también se hallaron vasijas de barro, piezas de cerámica, cuencos, metates y herramientas en piedra para macerar y cortar, así como fragmentos con impresión de cestería, un volante de huso (una especie de peso para el hilado de algodón y fibras textiles) y un fogón que tenía las paredes revestidas con fragmentos de cerámica.
En el suelo también se encontró evidencia de actividad humana como grasas asociadas a la cocción, fosfatos que indican presencia de materia orgánica en descomposición y carbohidratos que deducen manejo de plantas ricas en azúcares, que corresponden a los alimentos más consumidos en la época prehispánica.
Sobre los pobladores, señaló Godoy, la zona habría sido habitada por dos o tres generaciones de una familia; sin embargo, desconoce aspectos étnicos como el grupo al que habrían pertenecido, pues explica que en esa época el Valle Aburrá tenía poblados dispersos, sin centralidad ni jerarquías. Estos se ocupaban de su propia alimentación y realizaban actividades como la orfebrería y alfarería.
Los resultados de esta investigación fueron publicados recientemente en la revista científica Geoarchaeology, mientras que los elementos que fueron hallados en la excavación siguen en custodia de los investigadores y de la Corporación Sipah. La idea, es que tanto la investigación como los objetos se entreguen a la Casa de la Cultura de Sabaneta.
“El espíritu de esto es que la gente conozca de su pasado, esto no es algo extraño o atípico a nosotros, hace parte de nuestra raíz tanto cultural como biológica. Estos estudios tratan de acercar el pasado al presente, por eso es muy importante reconocer y apropiarse de estos conocimientos que tratamos de divulgar”, concluyó Godoy