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Libros ocupan sede de la antigua cárcel

Hasta 1976 el presidio La Ladera, en Villa Hermosa, fue el penal más grande de Medellín. Hoy es una biblioteca.

  • La cárcel se puso en funcionamiento en 1923, dos años después del inicio de las obras y aún inconclusa. FOTO archivo el colombiano
    La cárcel se puso en funcionamiento en 1923, dos años después del inicio de las obras y aún inconclusa. FOTO archivo el colombiano
  • El Parque Biblioteca conserva solo el arco de entrada de la antigua cárcel. FOTO julio césar herrera
    El Parque Biblioteca conserva solo el arco de entrada de la antigua cárcel. FOTO julio césar herrera
29 de junio de 2019
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Entre partidas de dados o parqués en los patios sonaba el tango y se ponía en juego la propia vida: riñas en las celdas, motines, los susurros y planes de quienes fraguaban la siguiente fuga.

Entre 1921 y 1976, el barrio Enciso de la comuna 8 tuvo su propio centro penitenciario. Se llamaba Cárcel Distrital de Medellín La Ladera y, en sus últimos años, albergó hasta 4.300 presos, que vivían apretujados en espacios con capacidad para apenas 800 personas.

Hoy en Villa Hermosa, tras cuatro décadas, todavía existe el arco de entrada de la antigua cárcel, ya ennegrecido por el desgaste. No hay reos. En 2007 el terreno se convirtió en el Parque Biblioteca León de Greiif La Ladera y, como dice Carolina Lema, coordinadora del parque, cada día los visitan, en promedio, 1.000 personas. De vez en cuando llegan las historias, traídas como rumores, de antiguos guardias que custodiaron el penal, reclusos que escaparon a su condena o amores a prueba de barrotes.

Medellín, urgida de cárceles

El sitio más temido durante años nació primero como una casona, luego como convento y hasta fue cuartel de regimiento. Pero la ciudad de los 20 estaba urgida de cárceles, las existentes estaban azotadas por el hacinamiento.

Los investigadores Luz Marina Acevedo, Juan David Posada y Alexandra Fernández recuerdan en su libro “Privación de la libertad en los establecimientos de Medellín” que el terreno en el que se construyó La Ladera, para el siglo XIX, era un campo de pastoreo y que, a principios del siglo XX, fue poblado por migrantes que arribaron de otras partes del departamento.

Para 1920 la propiedad fue comprada por el gobernador Julian Cock Bayer, (le costó 12.000 pesos oro) y desde el principio fue objeto de interés de funcionarios y dirigentes.

En 1921, el belga Agustín Goovaerts convirtió la casa de Cock Bayer en el ansiado centro penitenciario, con la construcción adyacente de pabellones para la detención de individuos. Dos años después, en 1923, comenzó a funcionar sin estar aún terminada.

Un documento del Archivo Histórico de Medellín, del 4 de abril de 1972, reseña que la cárcel empleó a los reclusos en fábricas de escobas, zapatos, muebles y panadería.

En sus primeros años tuvo diez patios, siendo el primero el famoso “Callejón de la Muerte”, reservado para los convictos más peligrosos y del que no se podía salir ni para ir a misa.

En sus pabellones también se hizo cine. Allí se filmó Bajo el cielo antioqueño, película colombiana de 1925, dirigida por Arturo Acevedo Vallarino y protagonizada por Alicia Arango de Mejía y Gonzalo Mejía Trujillo.

Para la década del 70, añaden los investigadores, el abandono estatal terminó por acentuar la inseguridad. Volvió el fantasma común a La Ladera, el hacinamiento, que para 1976 era de un 400%.

Un quiosco que lo vio todo

Hace 20 años que Juan Pablo Velásquez Pérez atiende un quiosco a las afueras del parque biblioteca. Vio cómo el terreno quedó abandonado y en ruinas luego del traslado de los reclusos. Supo del interés de convertirlo en una biblioteca en el 2000 y escuchó, desde el mismo punto, las promesas de renovación que vinieron después.

Desde el puesto en el que todavía vende pasteles de pollo, tintos, tortas y otros dulces, escribió un libro que tituló “Crónicas de la vieja guardia”. Las historias las recopiló durante años: algunos testimonios llegaron a él, a ese mismo quiosco, en las voces de testigos directos. Otros relatos los logró con meses de pesquisas y llamadas.

En su libro cuenta que ya en 1960 era evidente la inestabilidad del terreno donde se hallaba la cárcel. Imágenes publicadas en la prensa de la época, agrega, mostraban los muros resquebrajados, sostenidos por palos para evitar su derrumbe.

Solo en 1976 los más de 4.000 prisioneros fueron llevados, en caravanas de 15 vehículos, hasta la recién creada cárcel de Bellavista.

Antes de ser biblioteca fue primero un parque recreativo, como indica Carolina Lema.

La edición sabatina de EL COLOMBIANO del 10 de diciembre de 1994 recuerda que se construyó en el predio una “piscina semiolímpica, cancha de fútbol y placa deportiva”.

Fue hasta el 17 de febrero de 2007 que, en el espacio que antes fuera el casino de guardas, nació la biblioteca de los diseños del arquitecto barranquillero Giancarlo Mazzanti , quien integró el arco de la antigua cárcel al nuevo edificio.

Lema dice que hoy la biblioteca, además de sus clubes de lectura y actividades lúdicas, es un tejido de vidas y un lugar para el encuentro: “Esto es de la comunidad”, concluye.

Velásquez dice que los muros que aún quedan de la cárcel son la prueba de la Medellín antigua, sus “historias bonitas”, pero también del dolor de quienes, durante años, no conocieron más que las celdas, los muros y los patios .

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