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Tener una condición económica precaria, identificarse con una orientación sexual diferente a la predominante, tener una discapacidad, una edad avanzada, ser desmovilizado o desplazado, vivir en determinados barrios, exconvicto... son razones por las cuales se perciben tratos discriminatorios en la capital antioqueña.
No son numerosas las denuncias ante los organismos de derechos humanos, así lo manifestaron los participantes de la encuesta de percepción ciudadana Medellín Cómo Vamos.
Según los resultados de la muestra, solo el seis por ciento de los encuestados descartó cualquier ámbito de discriminación en la ciudad. El 65 por ciento señaló trato discriminatorio en el trabajo, 40 por ciento; 38 por ciento en la política, y 34 por ciento en la salud. Entre el 56 y el 79 por ciento de las respuestas apuntan a ocho razones para la discriminación (ver cuadro).
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El trabajo investigativo, a cargo de Ipsos Napoleón Franco, recoge lo dicho por 1.521 personas mayores de edad, encuestadas, cara a cara, en las 16 comunas de Medellín, hombres y mujeres, de todos los niveles socioeconómicos, del 22 de julio al 27 de agosto de 2015. El margen de error es de 2,5 por ciento.
A pesar de que el estudio se refiere a Medellín, las conclusiones se aplican en un contexto metropolitano.
Por definición, discriminar es excluir. Dar un trato desigual a una persona o colectividad. De allí que las respuestas de la encuesta indican que en Medellín la mayoría de las personas se sienten excluidas de alguna manera.
Contadas denuncias
Según el personero de Medellín, Rodrigo Ardila Vargas, hay discriminación contra lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales; también contra personas de la tercera edad por parte de sus propios familiares. Las comunidades negras siguen percibiendo eventualmente rechazo. La misma pobreza termina por convertirse en un factor de discriminación.
“El Estado discrimina, al no atender a un tipo de población como debe. Al no restablecer los derechos de ciertas poblaciones, por ejemplo, en el caso de los habitantes de calle se podría hablar de discriminación”, señala el funcionario.
La Personería tiene en la Unidad Permanente de Derechos Humanos, líneas de investigación y acompañamiento, dirigidas a varios de estos grupos poblacionales.
Sin embargo son pocas las denuncias. Este año la Personería solo tiene dos casos documentados. Uno de ellos es el reclamo de una persona indígena, porque presuntamente funcionarios de Espacio Público lo habrían retirado del lugar en que se encontraba por su condición étnica. El otro, ocurrido el pasado mes de octubre, es el de una pareja de jóvenes homosexuales, cuyo testimonio expresa que fueron rechazados por empleados de un bar en el parque Lleras por darse un beso.
A pesar de que la percepción de discriminación es alta, los afectados no denuncian porque sienten que no hay castigo efectivo.
La carga sobre el color
Para Juan Fernando Mosquera, periodista y director de Mayo por la Vida, programa de la alcaldía de Medellín dedicado a la convivencia, el racismo es una condición todavía latente en nuestra sociedad.
Mosquera, quien no se considera representante de la comunidad negra porque ser hijo de madre blanca y padre negro, pero se siente reconocido por su color de piel en la calle, señala que a veces hay episodios que trascienden a la opinión pública, lo que genera que otras personas se sientan identificadas con el trato discriminatorio y se animen a hablar de lo que padecen cotidianamente, pero callan por alguna razón.
“Lo que pasa es que esto no lleva a casos de suicidio, como sí ocurre, por ejemplo con el matoneo en el colegio contra adolescentes por su orientación sexual. Pero va perforando la dignidad de la persona. Como cuando uno va por la calle y la señora en la misma acera aprieta el bolso. Como cuando en el colegio, a un muchacho lo llaman negro, con ese tono que busca herir”, explica.
En el diccionario de la Real Academia de la Lengua, la palabra negro tiene 20 acepciones. Algunas de ellas de connotación negativa: “oscuro u oscurecido y deslucido”, “muy sucio”, “que se desarrolla en un ambiente criminal y violento” o “infausto, infeliz y desventurado” son algunas de ellas. Así como también se utiliza ese adjetivo para definir una sensación negativa muy intensa o, dicho de ciertos ritos y actividades, como la misa negra, que involucran la ayuda y la presencia del demonio.
“Mientras la palabra negro se use todavía para hablar mal de alguien, va a ser muy difícil desinstalar el racismo”, anota Mosquera, para quien en toda Antioquia hay una creencia de que existe una raza propia de la región —el campesino de alpargatas, poncho y carriel— pero se desconoce que en nueve regiones del departamento hay una diversidad manifiesta.
Espacios que discriminan
“En el trabajo que hemos realizado con personas con discapacidad hay una primera barrera que es cultural o social”, señala Felipe Betancur Posada, director de la fundación Todos Podemos Ayudar, diseñador de múltiples aparatos de bajo costo para hacer más fácil la vida de personas inscritas en este tipo de población. “Se usan términos como discapacitado o sordomudo, que no se deben usar. Desde ahí ya se está atacando a las personas con discapacidad en la prensa, radio en la televisión”, agrega.
Para Betancur Posada, la discapacidad no está tanto en la falta de un miembro o una deficiencia en lo sensorial, sino en el medio. “Cuando el transporte no es accesible, las personas no pueden trabajar o ir a estudiar. Ahí ya se generan dificultades. En una empresa, es más difícil que le den trabajo a una persona con discapacidad. Los parques o los edificios no son accesibles; una persona en silla de ruedas nunca va a tener un paso fluido”, subraya.
Apunta que las personas con discapacidad tampoco quieren ser tratadas bajo una óptica que no les dé la oportunidad de valerse por sí mismas.
“Se sigue mirando con una versión lastimera, eso debe cambiar. Sencillamente hay que tratar a la persona con normalidad y quitar las barreras. Donde hay una escalera, poner una rampa o un ascensor... las personas tienen derecho a trabajar, a la salud, a todo y eso no se está cumpliendo”, explica.
Espacios abiertos
Otro foco de rechazo lo experimentan las personas por sus preferencias sexuales. Manuel José Bermúdez, docente universitario, de condición homosexual, considera que Medellín, como ciudad conservadora, se va a demorar mucho en reconocer la diversidad sexual, pero con relación a las demás ciudades del país, es donde menos discriminación hay. La vocación local hacia la industria de la moda y la apertura hacia el mundo, son factores que aportan para entender la diferencia.
“Creo que el asunto es de autodiscriminación. Es que muchas personas de las diversidades de género no se han atrevido a reclamarle a la ciudad sus espacios de libertad”, opina.
A juicio de este docente universitario, el ejemplo más claro de que hay en la ciudad espacios donde ha avanzado la aceptación por la diversidad sexual, es el parque de Los Deseos, espacio en el que encuentra un escenario de convivencia, de respeto, de afectividad libre, pública. Destaca que la apropiación por parte de jóvenes de la comunidad Lgtbi, ha provocado incluso que las autoridades que manejan el parque hayan dado un paso hacia el respeto por la diferencia.
Contador de historias refugiado en el periodismo. Familiar, ávido de explicaciones y apasionado por la vida, porque no se pierda toda en lo accesorio. Redactor Área Metro.