A Emily Santana, de ocho años, le gustan sus consejos y “cuando se disfraza de pelota”, pero Juan José Cano, de diez años, prefiere el juego de la cuerda, “porque nos aprendemos todos los valores”. A los demás, les encantan los abrazos y cuando ella los escucha y les habla.
Todos, en total 15 niños del barrio La Esperanza, entre las comunas 5 y 6 (Castilla y 12 de Octubre), sienten que Luisa Fernanda Vera es su guía.
Ella, de 13 años y estudiante de la I.E. La Esperanza, acaba de ser postulada, junto a otros 119 niños de todo el mundo, al Premio Internacional de Paz de los Niños y Adolescentes, que entrega la organización Kids Rights y que hace tres ganó la niña paquistaní Malala Yousafzai, defensora de los niños y su derecho a estudiar.
Luisa Fernanda adelanta un trabajo de promoción de la paz en el que su público son los niños y adolescentes de su barrio, con participación de 15 infantes entre los 5 y los 16 años que se reúnen cada jueves, a las 5:00 p.m., en la sala de su casa, que se convirtió en el segundo hogar de los pequeños.
Por esta labor, la fundación Cinde -que la asesora y es su enlace en la zona- la postuló al premio internacional, quedando escogida entre los 120 finalistas.
“Yo lo que hago es escucharlos, esucharlos mucho, ellos me cuentan sus problemas, sus tristezas y yo, con juegos, les enseño los valores y las rutas de apoyo cuando sienten que se les vulneran los derechos”, dice, siempre sonriente y positiva.
Hace dos años Luisa perdió a su madre, Julieth Viviana Vera, que fue asesinada en El Bagre, donde laboraba. De ella aprendió la entrega a los demás y el valor de escuchar. “Eso era lo que yo, desde niña, veía en ella, una mujer que escuchaba mucho y sabía ponerse en el lugar de los otros, fue su mejor herencia para mí”.
Luisa prefiere no saber quién ni por qué la mató. Recordarla en su nobleza y su dulzura es suficiente. Por eso, tras su muerte, inició un proyecto extraño para una niña de once años, la edad que tenía cuando se quedó huérfana. “Empecé a ir de casa en casa a decir que yo quería enseñarles a los niños sus derechos y que necesitaba apoyo, los padres me dijeron sí”.