¿Y un videojuego si sirve para aprender? ¿No es solo una forma de divertirse? “¡Yo aprendí la hipotenusa en Minecraft! Con eso le digo todo”. La pregunta puede venir de cualquier desprevenido que vea cómo un puñado de estudiantes se reúne en una sala en torno a pantallas y controles mientras recibe clase. La respuesta es de Mateo Marín, un estudiante del San José de Las Vegas, sede El Retiro, colegio que estrenó hace una semana un aula “gamer” para aprender.
El espacio aloja hasta 30 estudiantes y parece traído del futuro. En medio de cuatro pantallas gigantes, de 68 pulgadas, y 12 más, con tamaño de escritorio, estudiantes de todos los niveles pueden entrenarse en matemáticas, física, sociales, tecnología e inglés. Sobre sillas de última generación, y en medio de luces color neón, unos dan indicaciones, otros señalan con vehemencia y unos cuantos ponen en acción esa amalgama de consejos, de los que también participa un profesor.
“¿Quién soy yo? Yo soy el azul. Y yo el amarillo... Nooo. Vos sos de mi equipo. Vení: equilibremos mejor. Pásame el control, y te muestro cómo es”. El cruce de palabras proviene de una de las estaciones de la sala. Hay allí seis estudiantes jugando Fifa. Todos de azul oscuro, color del uniforme del colegio, pero divididos en dos selecciones. Tratan de ganar una partida recreada en la pantalla.
Ante la imagen, insistiría un visitante que llegue por primera vez a la institución, “¿qué aprenden esos muchachos mientras juegan un videojuego de fútbol?”. Manuela Segura, de grado quinto, responde, sin despegar la mirada de su control: “Aprendo que también las niñas podemos jugar este deporte, y que no siempre puedo ganar”.
Más específicos son Jerónimo Álvarez y Sebastián Velásquez, de grado octavo. En conjunto sueltan respuestas: se aprende sobre equipos y países; sobre las estrategias que se usan en campo para anotar un gol; sobre compañerismo y cómo cumplir metas. “Se necesita apoyo. Siempre conversamos todo”, acota uno, mientras el otro le hace el quite a su oponente en cancha.