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El guayabo comercial del nuevo encierro del Centro

El polígono de diez barrios, donde aplica el cierre, vive días de incertidumbre. Comerciantes piden ayudas.

  • Calles desoladas y unos cuantos peatones en algunas de las principales zonas comerciales del Centro era el panorama en la mañana de ayer. FOTOS Jaime Pérez M.
    Calles desoladas y unos cuantos peatones en algunas de las principales zonas comerciales del Centro era el panorama en la mañana de ayer. FOTOS Jaime Pérez M.
  • La implementación de la nueva rotación del pico y cédula también influyó para ver calles más vacías. En algunas plazas y parques hubo jornadas de aseo y desinfección. FOTO JAIME PÉREZ
    La implementación de la nueva rotación del pico y cédula también influyó para ver calles más vacías. En algunas plazas y parques hubo jornadas de aseo y desinfección . FOTO JAIME PÉREZ
14 de julio de 2020
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El Centro no está en pausa, pero la nueva cuarentena focalizada que inició ayer, y se extenderá por dos semanas (hasta el 26 de julio), tiene a diez barrios del corazón de Medellín latiendo a una mínima velocidad.

De eso fue testigo la estatua de Pedro Justo Berrío que ayer, como todos los días desde 1895, esperaba cruzada de brazos en el centro del parque que lleva su nombre. Sin embargo los visitantes eran contados: pasaban con sus afanes y lo ignoraban. No había tinteras, ni oleadas de peatones bajando las escalas del metro ni el clásico sonido armonioso de las guitarras desafinadas.

A falta de transeúntes lo que sí había, a primera hora de la mañana, era mucha presencia policial. Uniformados de verde que patrullaban las zonas aledañas al epicentro del centro en todas sus modalidades: algunos a pie, otros motorizados o en patrullas y otros tanto al mando de imponentes caballos como los cinco que vigilaban en el cruce de la calle 50 (Colombia) con la carrera 51 (Bolívar).

Pedían documentos, increpaban por el mal uso del tapabocas y perseguían a los venteros informales que, pese a la restricción, se aventuraban a vivir en carne propia el peso implacable del nuevo decreto.

Refuerzos y sanciones

Eran muchos policías, y mucha menos gente de civil, pero el dato exacto lo dio el comandante de la Policía Metropolitana, el general Eliécer Camacho: 280 policías aterrizaron este lunes en La Candelaria para reforzar los controles del polígono donde aplica el cierre (ver mapa) y sumar así 2.500 uniformados.

“Tenemos cinco puestos de control para monitorear que los vehículos que ingresen al perímetro tengan la debida justificación. Hay 10 parejas motorizadas recorriendo las principales vías para garantizar que toda persona que esté dentro del perímetro sea porque esté en las excepciones. Esperamos la mayor colaboración ciudadana con el fin de contener la expansión del virus”, declaró.

Entre las principales acciones anunciadas también se incluyó un acompañamiento especial a la Plaza Minorista - que seguirá abierta por ser cadena de abastecimiento - y se recomendó a los compradores de dicho espacio buscar rutas alternas para evitar ingresar al Centro.

Quienes incumplan las medidas se pueden exponer a las sanciones que están contempladas en el artículo 35 del Código Nacional de Convivencia (desacato) y violación de la medida sanitaria que puede ir desde amonestaciones, multas de $936.320, hasta prisión de 4 a 8 años, según el artículo 368 del Código Penal.

Pedidos y promesas

Elmer Julio Argüelles es ventero ambulante en las inmediaciones del parque de Berrío desde hace dos décadas y se autoproclama líder del gremio en el Centro. Ayer volvió a su puesto de trabajo, pero la Policía le impidió abrir porque no se encuentra dentro de las excepciones. En cuatro meses dice que no le ha llegado ninguna ayuda y que la situación cada vez es más dura para él y sus colegas.

“A mí no me ha llegado ninguna ayuda o subsidio del Gobierno. No tenemos garantías y la preocupación es cómo vamos a vivir estas dos semanas, porque ya de por sí las ventas venían malas. Es una crisis complicada, vivimos del día a día y aunque nos han censado aún no nos han ayudado”, contó el hombre que en los años 90 llegó desplazado de Apartadó.

A pocos metros de donde tradicionalmente se ubica Elmer con su negocio habló ayer Esteban Restrepo, secretario de Gobierno de Medellín, quien justificó que el cierre era inevitable para frenar la velocidad de contagio y salvar vidas. Además el funcionario anunció una atención integral que incluirá un giro de $100.000 y que beneficiaría a 34.000 personas censadas entre venteros informales y residentes del Centro afectados por los cierres.

Si se cumple la cifra de ayudas (34.000) este auxilio le costaría al Municipio $3.400 millones y para los beneficiados sería poco más que $7.000 diarios (son 14 días hasta el próximo 26 de julio).

“Hemos decidido hacer una atención integral a los comerciantes, no solo a los que viven y trabajan acá si no a los que viven en otros lados, pero trabajan en el Centro. Les vamos a entregar $100.000 a cada uno y les va a llegar un mensaje de texto a los celulares para que los reclamen en los puntos Efecty y puedan aguantar la cuarentena”, dijo.

Restrepo aclaró que aunque algunos venteros informales no tengan acceso a tecnología, el censo liderado por la Subsecretaría de Espacio Público fue manual y luego se ingresaron a la plataforma Medellín Me Cuida para que pudieran organizar las ayudas.

Datos oficiales recolectados por la Gerencia del Centro hablan de por lo menos 21.000 comerciantes formales en la comuna 10 y 13.000 venteros informales, esta última cifra puede ser aún mayor porque la caída en el empleo de los últimos meses (solo en mayo el Dane registró en el Valle de Aburrá 505.000 ciudadanos sin empleo, por encima de los 261.000 observados en mayo del año pasado).

Más del recorrido

Se ha dicho hasta el cansancio que el Centro no es solo uno, son muchos a la vez y cambian conforme pasan las cuadras.

De la asepsia con la que lucía ayer el parque de Berrío el panorama se tornaba más caótico conforme se caminaba hacia el sur por la carrera Bolívar, en el viaducto del metro que lleva hasta la estación Prado. Ahí o en los alrededores de La Veracruz ya era común ver algunos carretilleros surtiendo y ofreciendo frutas y verduras a los transeúntes y los controles policiales estaban, pero eran menos implacables.

Por la zona comercial de Carabobo hasta el cruce con la calle Maturín, en El Hueco, las fachadas de las rejas cerradas permitían dimensionar el alcance de la parálisis comercial derivada de la pandemia.

Jorge Puerta, de Corpocentro, estimó que son cerca de 20.000 unidades productivas las afectadas por este nuevo cierre focalizado entre locales comerciales, consultorios y oficinas con el riesgo que esto implica para los empleos.

“Coincidimos en la preocupación de salvar vidas y es cierto que había indisciplina social en la informalidad porque lo veíamos en los recorridos, buena parte de la gente había bajado la guardia y si llevaban tapabocas estaba mal puesto. Es triste porque desde marzo muchos comerciantes formales estuvieron hasta 75 días cerrados y cumplieron una cantidad de protocolos muy estrictos para operar”, contó.

Puerta indicó que la pandemia ha dejado en malls y pasajes comerciales entre el 15 y el 20 % de locales desocupados e invitó a que se piense en un plan de reactivación integral para que el virus no afecte de forma estructural el Centro y no se convierta en un continuo abrir y cerrar que terminaría por asfixiar a los comerciantes que aún resisten.

Ayer, al mismo tiempo en que se realizaba una reunión entre líderes gremiales y la administración municipal para tratar las problemáticas del Centro, un hombre dormía bajo un sol hostigante sobre una banca de la Av. La Playa muy cerca del pasaje La Bastilla. Tenía el tapabocas puesto aunque probablemente la crisis y la incertidumbre le hubiera llegado desde mucho antes .

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