Dejen de quererme, de Jean Becker

Mona vestida de seda

Por: Iñigo Montoya

Hace unos meses pudimos ver una bella película de este director francés, Conversaciones con mi jardinero. Esta nueva cinta de entrada impone el brío y el deleite de un espíritu libre que por fin rompe con un sistema que lo subyuga. Muchas historias han comenzado así, con el personaje que da un grito de independencia y como primer gesto liberador renuncia al trabajo.

Luego de este planteamiento vemos al hombre arremeter sistemáticamente contra lo establecido, contra ese acomodado modo de vida aburguesado y superfluo que sustenta la felicidad en la seguridad material, pero un modo de vida, en últimas, tremendamente alienante y aséptico. Es cierto que tanta subversión resulta un poco desconcertante, pero todo sea por el placer de, al menos cada tanto, escupir en la cara del sistema. De manera que el comportamiento de este hombre realmente nos pone a pensar y a cuestionar una serie de aspectos de la vida moderna.

Pero se trata de una película con “chiste final”, con “sorpresa” (por lo que se aconseja que sólo siga leyendo si ya se la vio o si nunca se la va a ver), es decir, al final de la cinta se devela algo que transforma por completo la película. Esto ocurre con muchas historias, en especial los thrillers (la mayoría de filmes de M. Night Shyamalan, por ejemplo), pero esa sorpresa final es a veces la razón de ser del relato y potencia todo lo ya visto.

Sin embargo, con esta película ocurre justo lo contrario, que en los últimos tres minutos nos damos cuenta de que este hombre ha asumido esa actitud contra el mundo y sus seres queridos porque tiene cáncer, de manera que se viene abajo todo ese espíritu de irreverencia y subversión que había sido el fundamente del relato durante hora y media. Y la historia y el personaje que se nos había mostrado como impetuosamente revulsivos, ahora sólo son pura sensiblería, pues el hombre se comportaba así para que sus seres queridos no sufrieran por su condición.

En conclusión, otra blanda historia de emociones fáciles que se disfraza de grito liberador pero que termina siendo puro efectismo emocional y concesión para el público dulzón.

1 comment

  1. Manuela   •  

    que fuerte comentario..poco sensible el que escribe..por que creo que es valido reservarce para el final, la potencia de una historia..porque al fin de cuentas asi no es le vida?

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