La sociedad del semáforo, de Rubén Mendoza

Un circo renegado en la esquina

Por: Oswaldo Osorio
En el universo de la gente de la calle no todo es miseria, en esta película se les ve con una cierta dignidad, con un halo de trágica poesía y nos devuelven una mirada desafiante y una -más o menos consistente- actitud de renegados sociales. Aunque está protagonizada por recicladores, bazuqueros, prostitutas y todo tipo de trabajadores callejeros, no hay ni un atisbo de pornomiseria, es decir, de explotación de la marginalidad y su tratamiento sensacionalista, que es un fantasma que ha estado siempre presente en el cine, el periodismo y la televisión del país.
Mendoza es conciente de este término inventado por Luis Ospina y Carlos Mayolo, eso se evidencia al inicio del filme cuando, sobre los créditos, pasa un segmento de la banda sonora de la insigne Agarrando pueblo (1978), la película con la que los dos cineastas caleños definieron y criticaron la pornomiseria. También se evidencia al final, cuando el filme es dedicado a Ospina y a su pueblo. Por eso el novel director era consciente del cuidado que debía tener al abordar estos temas y eso se refleja en su película.
De ahí que la marginalidad presente en esta historia no solamente es consecuencia de unas condiciones sociales, sino que también es una suerte de elección, una decisión tomada por muchos de los personajes para vivir al extremo, esto es, optando por la droga, con todos sus infiernos y euforias, renegando de la “vida normal” y concibiendo su permanencia en la calle como una forma de libertad, así como lo es el desprendimiento de todo tipo de lazos, como la familia, el pasado, los bienes materiales y hasta la lealtad a los amigos.
Es por eso que todos ellos son personajes anti sistema, en especial su protagonista, Raúl, quien si bien fue empujado a la calle por la violencia en su tierra, termina por asumir con firmeza su marginación de la sociedad. De ahí su actitud altanera, inconsecuente –casi nihilista- y agresiva con el mundo, incluso –o sobre todo- con quienes le tienden la mano. Se le ve, entonces, como un personaje construido a partir de una compleja contradicción: en ocasiones definido por su mezquino individualismo y otras veces cálido y fraternal, además de temerario y fatalista al asumir la vocería de sus congéneres y plantarse frente a las instituciones y lo establecido.
La cinta pretende recrear los aspectos esenciales de lo que es la vida en la calle, todo articulado a partir de Raúl y de un espacio concreto, una esquina donde una pequeña comunidad se moviliza cada vez que se enciende la luz roja del semáforo. Este retrato se mueve entre la apología a este estilo de vida y al carácter marginal de estas personas, y la visión cruda de una existencia llevada al límite y llena de carencias y frecuentes tragedias. Pero la película nunca juzga, ni para bien ni para mal, todo lo contrario, trata de acercarse y comprender dicho universo, sin tampoco querer caer en el ensayo sociológico.
De manera que en la concepción ese universo y el tratamiento que hace de él, esta cinta resulta lúcida y original, reveladora si se quiere. Sin embargo, algunos de sus procedimientos cinematográficos no son tan convincentes, lo cual le resta fuerza a su propuesta. Las irregulares actuaciones es el principal problema, un riesgo que se corre cada que se trabaja con actores naturales. A veces resulta certera su representación de la naturaleza humana, pero otras veces parecen declamando parlamentos ajenos. Así mismo, los diálogos por momentos se antojan  forzados a dar discursos y a crear poesía callejera. Y cuando la actuación deficiente y los diálogos desafortunados se juntan, la película cae estruendosamente.
Y aunque narrativa y visualmente también pareciera haber esa irregularidad, ésta es producto de un honesto y audaz deseo de lograr una expresividad propia y vital, con la cual pueda dar cuenta de su universo y sus personajes extremos. Las fugas a la mente alucinada del protagonista, la estructura episódica y por momentos desarticulada, el realismo estilizado de su puesta en escena y la textura con que retrata la ciudad, son pruebas de esas búsquedas narrativas y formales. Y efectivamente, por todo esto consigue ser un relato con una propuesta cinematográfica poderosa, llena de inventiva, estimulante y nunca obvia ni tediosa.
FICHA TÉCNICA
Guión y dirección: Rubén Mendoza
Producción: Daniel García, Diana Camargo B., Rubén Mendoza
Música: Edson Velandia
Dirección de fotografía y cámara: Juan Carlos Gil
Reparto: Alexis Zúñiga, Abelardo Jaimes, Gala Bernal, Romelia Cajiao, Héctor Ramírez, Amparo Atehortúa, Víctor “Rosario” Castro.
Colombia – 2010 – 108 min.

La sociedad del semáforo, de Rubén MendozaUn circo renegado en la esquinaOswaldo OsorioEn el universo de la gente de la calle no todo es miseria, en esta película se les ve con una cierta dignidad, con un halo de trágica poesía y nos devuelven una mirada desafiante y una -más o menos consistente- actitud de renegados sociales. Aunque está protagonizada por recicladores, bazuqueros, prostitutas y todo tipo de trabajadores callejeros, no hay ni un atisbo de pornomiseria, es decir, de explotación de la marginalidad y su tratamiento sensacionalista, que es un fantasma que ha estado siempre presente en el cine, el periodismo y la televisión del país.
Mendoza es conciente de este término inventado por Luis Ospina y Carlos Mayolo, eso se evidencia al inicio del filme cuando, sobre los créditos, pasa un segmento de la banda sonora de la insigne Agarrando pueblo (1978), la película con la que los dos cineastas caleños definieron y criticaron la pornomiseria. También se evidencia al final, cuando el filme es dedicado a Ospina y a su pueblo. Por eso el novel director era consciente del cuidado que debía tener al abordar estos temas y eso se refleja en su película.
De ahí que la marginalidad presente en esta historia no solamente es consecuencia de unas condiciones sociales, sino que también es una suerte de elección, una decisión tomada por muchos de los personajes para vivir al extremo, esto es, optando por la droga, con todos sus infiernos y euforias, renegando de la “vida normal” y concibiendo su permanencia en la calle como una forma de libertad, así como lo es el desprendimiento de todo tipo de lazos, como la familia, el pasado, los bienes materiales y hasta la lealtad a los amigos.
Es por eso que todos ellos son personajes anti sistema, en especial su protagonista, Raúl, quien si bien fue empujado a la calle por la violencia en su tierra, termina por asumir con firmeza su marginación de la sociedad. De ahí su actitud altanera, inconsecuente –casi nihilista- y agresiva con el mundo, incluso –o sobre todo- con quienes le tienden la mano. Se le ve, entonces, como un personaje construido a partir de una compleja contradicción: en ocasiones definido por su mezquino individualismo y otras veces cálido y fraternal, además de temerario y fatalista al asumir la vocería de sus congéneres y plantarse frente a las instituciones y lo establecido.
La cinta pretende recrear los aspectos esenciales de lo que es la vida en la calle, todo articulado a partir de Raúl y de un espacio concreto, una esquina donde una pequeña comunidad se moviliza cada vez que se enciende la luz roja del semáforo. Este retrato se mueve entre la apología a este estilo de vida y al carácter marginal de estas personas, y la visión cruda de una existencia llevada al límite y llena de carencias y frecuentes tragedias. Pero la película nunca juzga, ni para bien ni para mal, todo lo contrario, trata de acercarse y comprender dicho universo, sin tampoco querer caer en el ensayo sociológico.
De manera que en la concepción ese universo y el tratamiento que hace de él, esta cinta resulta lúcida y original, reveladora si se quiere. Sin embargo, algunos de sus procedimientos cinematográficos no son tan convincentes, lo cual le resta fuerza a su propuesta. Las irregulares actuaciones es el principal problema, un riesgo que se corre cada que se trabaja con actores naturales. A veces resulta certera su representación de la naturaleza humana, pero otras veces parecen declamando parlamentos ajenos. Así mismo, los diálogos por momentos se antojan  forzados a dar discursos y a crear poesía callejera. Y cuando la actuación deficiente y los diálogos desafortunados se juntan, la película cae estruendosamente.
Y aunque narrativa y visualmente también pareciera haber esa irregularidad, ésta es producto de un honesto y audaz deseo de lograr una expresividad propia y vital, con la cual pueda dar cuenta de su universo y sus personajes extremos. Las fugas a la mente alucinada del protagonista, la estructura episódica y por momentos desarticulada, el realismo estilizado de su puesta en escena y la textura con que retrata la ciudad, son pruebas de esas búsquedas narrativas y formales. Y efectivamente, por todo esto consigue ser un relato con una propuesta cinematográfica poderosa, llena de inventiva, estimulante y nunca obvia ni tediosa.
Publicado el 26 de septiembre de 2010 en el periódico El Colombiano de Medellín.
FICHA TÉCNICAGuión y dirección: Rubén Mendoza Producción: Daniel García, Diana Camargo B., Rubén MendozaMúsica: Edson Velandia Dirección de fotografía y cámara: Juan Carlos GilReparto: Alexis Zúñiga, Abelardo Jaimes, Gala Bernal, Romelia Cajiao, Héctor Ramírez, Amparo Atehortúa, Víctor “Rosario” Castro. Colombia – 2010 – 108 min.

2 comments

  1. Flaubert   •  

    La verdad la pelicula no me gusto, me parece que la historia comienza bien, pero luego me aburrio, al final yo no sabia en que iba a terminar, o no sabia cual era el objetivo o desenlace, y de igual manera termina

  2. ESTEBAN POSADA DUQUE / Medellín   •  

    Un cotidiano & cruel espisodio de la vida diaria de nuestras urbes … REALISMO … llevado al arte & lenguaje cinematográfico : eso es cine … difundir realidades & ficcciones …. y esta cinta lo logra con DIGNIDAD & PROFESIONALISMO : ME AGRADO FUERTEMENTE …. LA RECOMIENDO

    ESTEBAN POSADA DUQUE / Medellín

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