Refugiado, de Diego Lerman

Con la madre adelante y el padre detrás

Oswaldo Osorio


La relevancia de su tema, la eficacia de una trama sencilla y la contundencia del realismo hacen de esta película una obra directa, sólida y significativa. Estas características ya estaban presentes en los anteriores filmes de este director, surgido con la oleada del Nuevo Cine Argentino al inicio del milenio. El suyo es un cine honesto y sensible con la naturaleza humana y tiene esos conflictos que aparentemente son simples, pero dimensionados por su mirada.

Ese realismo cotidiano que desde hace ya casi veinte años es tan frecuente en el cine gaucho, en muy pocas ocasiones se ocupa de temas con repercusiones sociales. Esta película sí lo hace, pues aborda el problema del maltrato hacia la mujer en el ámbito doméstico. Es así como Laura, estando en embarazo y con un hijo de siete años, tiene que huir de principio a fin en el relato de un hombre que, aunque nunca se le ve en la pantalla, siempre está presente como una amenaza.

El título se refiere al primer lugar en que recalan Laura y su hijo, un refugio para madres maltratadas en el que ella fue incapaz de quedarse, tal vez por todo lo que significaba aquel sitio, que se presentaba prácticamente como un espacio de reclusión en el que se potenciaba el desamparo y el dolor. Luego de esto viene la huida constante y el miedo permanente, al punto que, por momentos, el relato adquiere casi el tono de un thiller, en el que se impone la dinámica visceral de víctima – victimario y perseguida – perseguidor.

Una acertada decisión de Lerman fue narrar la historia desde el punto de vista del niño, un ángulo que le permitió hacer el contraste entre lo que podría ser una vida inocente y tranquila frente a la zozobra y el estado de crisis continuo en que se desarrolla este capítulo de sus vidas. Además, el niño es el daño colateral con serias repercusiones futuras. Incluso es posible ver su transformación a lo largo del relato y, de esta forma, el tema no se limita solo a una problemática de género, sino que tiene alcances en el ámbito sicológico y familiar.

Formalmente la película tiene las señales de ese realismo cotidiano que ha hecho carrera en el cine argentino contemporáneo, con la ausencia de música, el registro directo cercano a la mirada documental y el seguimiento u observación de tareas y acciones simples o cotidianas. Adicionalmente, hay una marcada intencionalidad en el manejo de la luz, definida por la iluminación en clave baja, la cual confiere a casi todos los espacios una densidad y dramatismo que enfatiza la adversidad en que viven los protagonistas y su crítico estado de ánimo.

La película tiene una simple y definida línea narrativa y argumental, pero que hace un recorrido sufrido y sinuoso. Un drama adulto que obliga a la reflexión sobre un serio problema social, mirado desde la inocencia de un niño que, por eso, precozmente es forzado a empezar a madurar. Cine sin afeites y directo, pero no por ello carente de ternura y sensibilidad.

1 comment

  1. Ricardo González   •  

    El teléfono celular es arrojado al agua y el niño regresa a casa. Es como un acto de liberación, es como un recomenzar la vida desde la ausencia del mensaje torturador del padre. Como dice el crítico, es pura cotidianidad, después de ver la película, ese es sabor que le queda a uno.

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