La isla mínima, de Alberto Rodríguez

Lo que hay detrás del suspenso

Oswaldo Osorio


Un thriller es una máquina de suspenso. También de otros recursos como intriga, sorpresas, manipulación de la información, etc. Los buenos thrillers hablan de asuntos serios de la condición humana, su moral y su contexto. La mayoría de películas de este tipo se concentran en lo primero y descuidan o no tienen en cuenta lo segundo. Sin embargo, en este filme ocurre todo lo contrario.

Se trata de una pareja de policías que llegan desde Madrid a un remoto pueblo a investigar el asesinato de dos jóvenes, y se encuentran con que “nadie habla y todos ocultan algo”, como reza el eslogan del poster, lo cual en realidad no es nada nuevo en este tipo de cine. De hecho, es una situación harto recurrida en tramas con estas características. Por eso la novedad aquí no va por vía de la historia o de los componentes del thriller sino de su contexto.

La película preferida de los Premios Goya 2015 ha cautivado tanto al público como a la crítica. Es fácil de entender por qué a la segunda, pero no por qué al primero. Y es que no parece un thriller del que el gran público pudiera sentir una especial atracción, pues no hay una trama novedosa o muy intrincada, ni mayores sorpresas, más bien poca acción y, al final, la resolución del misterio resulta muy desinflada, cuando no decepcionante, para tanta expectativa.

No obstante, su fuerza y atractivo viene de lo que está en el fondo. Empezando por la construcción de la pareja protagónica. Corre el año de 1980 y estos dos policías representan las orillas opuestas del periodo de la Transición española de la dictadura a la democracia. Es decir, el uno es todo lo que podía ser el franquismo: violento, lleno de oscuros secretos, de moral turbia y procedimientos arbitrarios; mientras el otro encarna el espíritu del nuevo régimen: guiado por la legalidad, más sensible ante el trato para con los demás y con una moral más ajustada a esa lógica democrática.

El contrapunto entre ellos y sus respectivas personalidades es lo más interesante y lleno de matices que propone el filme. Esto es complementado por la obligada compenetración y transformación de su relación a medida que trabajan juntos, lo cual ocurre en medio de aquel ambiente hostil para ellos y  donde solo pueden contar con su compañero.

Otro protagonista es el paisaje, complementado por la actitud y naturaleza de sus habitantes. Ese ambiente remoto y desolado se constituye en uno de los elementos que más contribuye a la permanente tensión de la película. Mientras que sus gentes, que “siempre ocultan algo”, pertenecen más al miedo y conservadurismo del viejo régimen que al presente.

El caso es que tenemos un filme en el que los personajes y su caracterización, así como el contexto social y político, resultan mucho más ricos y atractivos que una trama detectivesca en la que el espectador dormita en el tedio de no saber nunca lo que está pasando, teniendo que esperar hasta que, al final, le solucionen de forma insatisfactoria el misterio. Un thriller robusto en sus connotaciones, pero raquítico en su trama y en la originalidad con que usa los recursos del género.