Yves Saint Laurent, de Jalil Lespert

El genio triste

Oswaldo Osorio


Habitualmente se tiende a creer que el mundo de la moda es alegre y frívolo, es posible que lo sea, pero no es este el caso. Esta biografía cinematográfica del célebre diseñador de moda francés es muy poca la alegría que exhibe en su vitrina de imágenes, así mismo,  la forma en que aborda su vida y personalidad se decanta más por lo grave y reflexivo que por la jovialidad de una colección de verano.

Es la primera de dos biografías estrenadas este año sobre el reconocido diseñador fallecido en 2008. Jalil Lespert pegó primero en el Festival de Berlín, obteniendo además el beneplácito de la taquilla, y luego llegó la de Bertrand Bonello, titulada Saint Laurent, lanzada en Cannes. No es gratuita esta coincidencia, pues evidencia no solo la importancia en la cultura contemporánea de este hombre, sino también todas las posibilidades narrativas y dramáticas que podía tener su vida y el mundo en que se desenvolvió.

Habría que empezar por lo único que molesta de esta versión, y es el artificio narrativo de poner al personaje de Pierre Bergé, su compañero sentimental de toda la vida, a llenar los vacíos del relato con una narración artificial y facilista. Por lo demás, se trata de un relato que sabe repartir su interés e intensidad en los acontecimientos de su vida personal, su carrera y el contexto histórico que atravesó.

Estas tres líneas argumentales se entrelazan en su justa medida y consiguen dar una buena idea de la vida de este hombre, su oficio y los tiempos que le tocó vivir. Pero de las tres, naturalmente, resulta más atractiva su vida personal, pues las otras dos líneas en general se conocen, tanto la historia de Francia de la segunda mitad del siglo XX como la exitosa carrera de quien desde joven fue considerado un prodigio de la moda.

Pero la forma en que este frágil hombre afronta su vida y su carrera, con todos los límites que, en principio, le puso su condición de homosexual y, luego, su diagnóstico de maniaco depresivo, eso es lo que consigue darle hondura e intensidad a esa vida rodeada de la supuesta alegría y frivolidad de las pasarelas. Es el retrato de un hombre triste y atormentado, que prácticamente lo único que tiene es su trabajo y su condición de genio.

Por eso, es en el contrapunto entre la satisfacción del éxito profesional y esa angustia y desesperación que ahoga su vida donde esta película encuentra su equilibrio, donde se dimensiona a un personaje, que si bien resulta difícil de identificarse con su comportamiento, el relato induce a ver su vida con una cierta compasión y, también, por su puesto, con admiración.