Ladrón que roba a ladrón

Internacionalidad latina en lata

La tendencia del mercado en el mundo globalizado es la de hacer menos productos pero dirigidos a un público más amplio. Que eso ocurra con una Coca Cola o un automóvil se puede entender, pero que ocurra con la llamada industria cultural, siempre será peligroso por el tipo de “productos” que resulten de esta política.

Ya las telenovelas llevan aproximadamente una década haciéndolo, es decir, unificando la cultura latinoamericana en una sola mezcolanza de acentos, tradiciones regionales y términos, aunque uniformada en la misma historia trillada y melodramática. Eso mismo ocurre ahora con cierto cine gringo hecho por latinos, y la película Ladrón que roba ladrón (Joe menedez) es el ejemplo perfecto de ello.

Se trata de una historia obvia y predecible desde el mismo momento en que se reclutan a los ladrones y se conoce a la víctima. Lo demás, es decir, el ochenta por ciento del metraje, es carpintería, esto es, esperar a que las cosas que sabemos ya que van a pasar pasen. La única sorpresa la da la motivación que tiene el personaje de Miguel Varoni para robarle al magnate de las televentas, pero es una sorpresa más que inverosímil y cursi. Ahora, si se piensa en la saga de La gran estafa (Steven Soderberg), es casi obvio todo lo que esta cinta quiso copiar el esquema, pero, inevitablemente hay que aceptarlo, con la lógica de un subproducto del tercer mundo.

Esa película no es cine, y mucho menos cine latinoamericano, es más bien un producto planificado con muy poca inteligencia y originalidad, con la mentalidad de la industria norteamericana del entretenimiento, y dirigida al sub-continente que ahora no sólo quiere ser conquistado por los gringos, sino que, peor aún, por los latinos que viven en el país de la cultura artificial y empaquetada al vacío.
I.M.