Le testament d’Orphée, ou ne me demandez pas pourquoi!, de Jean Cocteau (1960)

Los vestigios del surrealismo

María Fernanda González García

 

“La ventaja del cinematógrafo es que permite que un gran número de personas sueñen juntas el mismo sueño”

el testamento

Última obra cinematográfica perteneciente a la trilogía órfica de Cocteau, (una década después de Orphée). En esta ocasión, el director es el protagonista permitiéndonos conocer un poco más sobre su perspectiva hacia la vida mediante un viaje onírico que conecta con los dos anteriores filmes.

Nos encontramos con un poeta fantasma quien está perdido en el espacio y el tiempo, por ello viaja en diferentes etapas de la vida de un profesor, cuyo experimento lo devolverá a la época. Aunque es un poco confuso, en el discurso del protagonista conocemos lo que pretende el director: dar un testimonio sobre cómo el arte define a un artista e inclusive logra superarlo. Prueba de ello son las interacciones que tiene el poeta con algunos personajes que aparecieron en las anteriores obras de la trilogía, pero en esta ocasión personifican un rol distinto, como si la historia se transgrediera y ellos tuviesen autonomía, de tal manera que juzgan a su creador, condenándolo a la vida.

Elementos como las ruinas, la mitología, los ojos y la flor de hibisco son símbolos que tienen importancia dentro de la obra, demostrando que lo lírico no se separa de lo fílmico. Merece la pena mencionar que Cocteau, en la finalización de la obra, contó con la colaboración financiera del director francés François Truffaut. Además, en el reparto participaron varios de sus amigos cercanos, como es el caso del artista Pablo Picasso, al igual que la participación de María Casares, François Périer, Jean Marais y Édouard Dermit, actores de Orpheé.